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JOHN FISHER |
FIDELISMO, PATRIOTISMO E INDEPENDENCIA |
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haberse rendido en Ayacucho:“ Exposición que dirige al rey don Fernando VII el mariscal de campo don Jerónimo Valdés sobre las causas que motivaron la pérdida del Perú, desde Vitoria, a 12 de Julio de 1827”, en Valdés, Documentos, 2: pp. 17- 137; viene precedida por la introducción de su nieto [ 1-15; véase 8 para la referencia a los“ mal mirados”] y le sigue un gran número de“ documentos justificativos”( pp. 141-497). Mariano Torrente, otra autoridad menos directa pero influyente, descrita a veces como hostil a La Serna— Torata sostenía( Documentos, 3: p. 8) que su obra estaba influida por“ los Pezuelistas y Olañetistas”—, le alabó por ser el único virrey“ que haya sellado con su sangre su fidelidad en el campo de batalla”, una referencia a las heridas recibidas en Ayacucho: Torrente, Historia, 3: p. 508. Los estudios de la opinión pública española con respecto a la independencia americana incluyen a Fernández Almagro, La emancipación, y Enciso Recio, La opinión pública.
65. Pezuela, Manifiesto, pp. 10, 13, 144. 66. Ibid., pp. 110, 125-26.
67. Véase, por ejemplo, a Woodward,“ The Spanish Army”, pp. 602-604, y Lynch, The Spanish American Revolutions, pp. 171-72.
El principal argumento del manifiesto de Pezuela era que él había sido la víctima inocente de“ una insurrección puramente militar”— organizada por un grupo bastante unido de oficiales peninsulares que habían buscado“ formar un partido” desde que arribaran de España en 1816( Canterac en realidad llegó en 1818)— a la cual había cedido únicamente para evitar“ una guerra civil”. 65 La Serna, decía, se le había opuesto con“ una taciturnidad invencible” y una“ arrogancia petulante”, García Camba era“ uno de mis más acerrísimos enemigos” y Canterac se había dedicado a su“ degradación”. Se hacían cargos similares contra otros miembros principales del“ partido de oficiales europeos”, sobre todo el coronel Juan Loriga y el teniente coronel Antonio Seoane. 66 Estos cargos, conjuntamente con las evidencias de la subsiguiente ruptura de La Serna y Pedro de Olañeta( en ese entonces comandante del ejército del Alto Perú luego de la derogatoria de la constitución en 1823), han hecho que algunos investigadores expliquen la crisis de 1821 en términos de un conflicto político entre los oficiales liberales agrupados en torno a La Serna, quienes pensaban que la constitución de 1812 reconciliaría a los americanos con el dominio hispano, y los absolutistas— criollos y peninsulares—, profundamente recelosos del constitucionalismo. 67 Pezuela mismo hizo bastante por fomentar esta interpretación al sugerir, algo indirectamente, que“ la grande revolución ocurrida en la península” había dado oportunidad a“ los menos apreciables ciudadanos” de“ trastornar impunemente la autoridad”. 68 En su correspondencia privada fue más directo, acusando a La Serna de“ hipocresía, artería, malignidad, ingratitud y cautela”, describiéndolo a él y a sus principales oficiales como“ una rama masónica del Arbol que está en las Cortes, y ministros del día( y del t’ po siguiente, si sigue el actual desgobierno de España)...”. 69
La Serna, por su parte, señaló a la Corona en marzo de 1824, luego de haberse restaurado el absolutismo, que si bien se había visto obligado a acatar la constitución durante los tres años anteriores, en realidad había decretado ya en abril de 1822 que las órdenes recibidas del gobierno liberal en España no debían implementarse sin su permiso expreso. 70 Toda persona que desobedeciera esta orden, dijo, sería tratada“ como sedicioso y perturbador del orden público”. 71 Refiriéndose directamente a la negativa de Olañeta a obedecerle por su renuencia a derogar la Constitución sin recibir instrucciones explícitas de España, La Serna se preguntaba retóricamente si cualquiera de aquellos que intentaban mostrarse como“ más anticonstitucionales” que él“ se hubieran atrevido en mi lugar á tan clásicas violaciones y modificaciones cuando la Constitución se ostentaba protegida y recomendada por el mismo Monarca?”. 72 El virrey finalmente decretó la restauración del absolutismo en el Bajo Perú el 11 de marzo de 1824, ante la derogatoria de la constitución en las provincias de Potosí y Charcas por parte de Olañeta y la subsiguiente decisión de Valdés— a quien La Serna había enviado a que reprimiera su insurrección— de tomar una acción similar en
68. Pezuela, Manifiesto, p. 126. 69. Pezuela a La Serna, 22 de febrero de 1821, BMP, Pezuela, Ms. 1.
70. La Serna al ministro de Gracia y Justicia, 15 de marzo de 1824, AGI, Lima, Leg. 762.
71. Decreto de La Serna, 11 de abril de 1822, ADC, Intendencia, Gobierno Virreinal, Leg. 159.
72. Véase la nota 50.