COMUNICACIÓN | Page 103

202 JOHN FISHER FIDELISMO, PATRIOTISMO E INDEPENDENCIA 203 dadanos de Tarma y Huánuco que se habían declarado en favor de la independencia, en manos de los refuerzos realistas de Valdés y el brigadier Mariano Ricafort—, ya había inflingido un daño duradero a la economía virreinal al tomar grandes stocks de plata y sabotear las recientemente instaladas máquinas de vapor que habían elevado la producción de Cerro de Pasco a un nivel nunca antes visto en 1820.57 También se llevó consigo al futuro presidente Santa Cruz, el comandante de la caballería realista en Cerro de Pasco, quien se había pasado a los insurgentes luego de ser hecho prisionero el 6 de diciembre. Si bien en diciembre de 1820 la estrategia de San Martín de no arriesgar sus tropas en un combate franco y esperar, más bien, a que el régimen realista se desintegrara, pareció quedar justificada aún más cuando el marqués de Torre Tagle, el intendente de Trujillo, declaró la independencia de esta ciudad, la indecisión política y militar de Pezuela brindó el telón de fondo para el famoso golpe militar en su contra del 29 de enero de 1821.58 En esencia, los diecinueve oficiales mayores del ejército realista acampado en Aznapuquio le acusaron de diversos defectos (principalmente de no querer atacar a San Martín, lo cual quedaba acentuado por diversos errores militares, fraude, contrabando, nepotismo y la tolerancia del comportamiento sospechoso de sus asesores cercanos).59 Enfrentado a un ultimátum que advertía que el ejército marcharía sobre Lima a menos que entregara el mando en cuatro horas, Pezuela informó su aceptación ese mismo día a una junta de guerra reunida apresuradamente y dejó Lima, dirigiéndose a su casa en La Magdalena.60 La Serna, por su parte, nombró rápidamente a Valdés jefe de Estado mayor, ascendió a José Canterac a comandante general del ejército y preparó la reevaluación estratégica que cinco meses más tarde hizo que los realistas evacuaran Lima, y que San Martín ingresara a ella el 12 de julio sin encontrar oposición alguna.61 Aunque posteriormente fue perdonada en Madrid (e indirectamente sancionada por adelantado con una real orden de 1820, que autorizaba a La Serna a asumir el puesto de virrey “en caso de muerte, ausencia o enfermedad” de Pezuela), la deposición de este último minó la legitimidad de la autoridad real para muchos peruanos conservadores, quienes ahora sentían que podían respaldar a San Martín sin ningún problema de conciencia.62 Aún más serio fue que ella pasó a ser materia de debate público en Madrid, al publicarse allí antes de finalizar el año, no sólo las acusaciones hechas en contra de Pezuela sino también su detallada refutación de las mismas escrita en La Magdalena antes de partir a España.63 La guerra de papel proseguiría mucho después de que la independencia del Perú hubiese quedado sellada, con la respuesta de Valdés a Pezuela, escrita en 1827 pero no publicada hasta 1894, y con la publicación en 1846 de otra relación pro-La Serna de Andrés García Camba, otro firmante de la proclama de Aznapuquio.64 57. Fisher, Silver Mines, p. 111. El 6 de enero de 1821 San Martín se quejó a Pezuela de que al entrar a Tarma, Ricafort había ejecutado a los heridos dejados allí por Arenales; Pezuela negó esto en su respuesta del 11 de enero de 1812, denunciando a su vez que los insurgentes habían cometido atrocidades en Ica, Huamanga y Huancavelica, de las cuales una de las más serias había sido permitir que soldados negros violaran a mujeres españolas: “Conferencias en Miraflores y correspondencia con el general enemigo”, BMP, Pezuela, Ms. 6. Camba, por ejemplo, fue descrito como “vano, orgulloso... bien ingrato”, La Serna como “de conocimientos escasos, fácil de ser engañado”, y Valdés como de “trato grosero e insolente”. 58. Los pueblos vecinos, entre ellos Piura, rápidamente siguieron el ejemplo de Trujillo, y para mayo de 1821 buena parte del norte peruano se había pronunciado a favor de San Martín. 59. Para los nombres de los principales firmantes véase Vargas Ugarte, Historia del Perú: emancipación, p. 221. También fueron listados en un panfleto anónimo (escrito en realidad por “Fernandito”, el sobrino de Pezuela): Ingenuo, Rebelión de Aznapuquio, que hizo observaciones nada agradables sobre varios de ellos: García 60. A Pezuela inicialmente se le ordenó dejar el Perú en 24 horas, pero La Serna flexibilizó esta disposición y fue así que permaneció hasta junio de 1821. 61. Para una relación del trasfondo de esta decisión véase Anna, Fall of the Royal Government, pp. 70-80. 62. Orden real impresa, 30 de setiembre de 1820, ADC, Periódicos, Libro 1, f. 81. 63. Pezuela, Manifiesto. 64. García Camba, Memorias. La respuesta de Valdés de 1827 se ocupaba no sólo de las acusaciones hechas por Pezuela en 1821, sino también de los cargos posteriores a 1824 según los cuales La Serna y sus oficiales —“los mal mirados”— no debieron