compilado1erdiplomado Compilado del 1er Diplomado AC UCV | Page 126

SABERES DEL SABOR.Un festin interdisciplinario al plátano y el arroz, no han dado resultados distintos del que se vió en los primeros años de la colonización española, donde sólo fue posible cultivarlo en ciertas altiplanicies especialmente dotadas, cuya producción aún en las condiciones más favorables, no ha sido la suficiente para competir con el que procede de las zonas templadas. En el caso venezolano, después de varias tentativas, el trigo llegó a ser una producción significativa en los pisos altos de los Andes Venezolanos, llegando incluso en algunos momentos a exportarse algunas cantidades modestas. El cultivo se desarrollaba en los famosos “andenes” cuyos principales labradores eran los integrantes de las diferentes poblaciones indígenas denominadas entre sí timotes, mirripuyos, bailadores, carapachos, cóbrenos, gritas. La agricultura era la base de sustentación de los pueblos andinos, en vista de que esta zona carecía de otros dones de Dios, como oro, plata, brillantes y, hoy por hoy, el petróleo, que tienen otras regiones. Poco después de la fundación de Mérida en los años 1600, dada la importancia que tenía el trigo y la harina, las autoridades regionales crearon mecanismos de control para cuidar los precios y calidades. Luego, se trajeron de Europa y se instalaron molinos de muelas a orillas de cristalinos ríos, para ser movidos por la fuerza de las corrientes de agua, molinos que permanecen hoy día representado atractivos turísticos, casi nada explotados. El trigo que viene de nuestros páramos exhibe una alta calidad ya que es rico en sus naturales vitaminas, que no pierde durante el procesamiento. Otras experiencias de cultivo se dieron en Venezuela durante el siglo XVII. Inicialmente fue sembrado en los valles de la Cordillera de la Costa, concretamente en los valles de Aragua y de Caracas, así como en El Tocuyo. A finales de ese siglo hay evidencias documentales de la gran superficie sembrada en las cercanías de Valencia y de Maracay. Luego se extendió a la región andina, hasta quedar concentrado el cultivo en esa región desde 1889, y más tarde se redujo a Mérida, donde se sembraba cerca del 90 por ciento del total del trigo producido que se producía en el país en 1924. Mientras esto ocurría en Venezuela, en otras áreas de América también se buscaban métodos de agricultura adecuados a los cambios de la vida diaria y de las épocas, que permitieran cultivar cada vez más dicho cereal y exportarlo a los mercados internacionales. Salvo los pisos altos de Mérida y Táchira, las tierras de los Valles de Aragua, La Victoria, El Tocuyo, Barquisimeto, Quíbor y otras en las que se intentó la siembra del trigo, están lejos de verse adornadas de espigas amarillo pálido, tal y como los vieron el barón de Humboldt y Agustín Codazzi en sus famosos viajes históricos por Venezuela. Después de la Independencia lograda con tanta sangre y sudor, se empezó a perder la independencia agrícola del trigo estrechándose el círculo para la importación de la harina extranjera, quedando el cultivo del trigo en muy pequeña escala, para satisfacer las necesidades del consumo local. Las panaderías en caracas Paralelo a los intentos de expandir el cultivo de trigo, se fue incrementando el consumo interno en sus diversas modalidades. Durante la época colonial el abastecimiento de pan de trigo, considerado un alimento de primera necesidad, era prácticamente una obligación de la administración local, que regulaba su precio y calidad, a pesar de lo cual se producían fraudes en el peso, estos chantajes eran castigados con el decomiso de la mercancía y entregada a instituciones de caridad. El pan era elaborado por artesanos en los hornos de sus casas y distribuido mediante una extensa red de pulperías. Eso fue cambiando durante el período republicano, cuando se eliminaron las férreas regulaciones de precios y se establecieron las primeras panaderías particulares por panaderos de oficio. Según Arístides Rojas, la primera panadería caraqueña fue abierta por un panadero francés en 1825, estas panaderías tenían un carácter muy artesanal, sin ninguna mecanización y la producción era muy baja.