Como los pobres derrotaron Sendero Luminoso ILD-Como-Peru-vencio-el-terrorismo | Page 28

28 FORMALIZAR PARA CRECER Y VIVIR SEGUROS El programa, cuya implementación inicial se encargó al ILD, no estuvo exento de encuentros con Sendero Lu- minoso, que fueron sorteados gracias al decidido apoyo de la población organizada que prefería contar con la protección de un título legal de sus viviendas que con la pseudo-protección ofrecida por los terroristas. Por ejemplo en Huaycán considerada por esos años “zona roja”, el inicio de la campaña de formalización acordada para las 9 de la mañana, tuvo que ser postergada hasta las 2 de la tarde mientras los líderes vecinales conven- cían a militantes de SL de que los pobladores querían sus títulos de propiedad. Felizmente el programa dio frutos desde sus inicios, formalizando en sus dos prime- ros años 110.000 predios a un costo 950 veces menor que el de Brasil, lo que constituyó un récord mundial. Gracias a todas estas medidas, desde finales de 1980, el número de títulos de propiedad en los pueblos jóvenes populosos del Cono Norte de Lima se han incrementa- do ocho veces, de 33,000 propiedades aproximadamen- te con un valor de US $ 0.5 mil millones a 273,500 con un valor de US$ 8.2 miles de millones. La reducción en el número de permisos ha permitido que haya 15 veces más empresas legales: 84,600. Y el 40% de los hogares de la zona ha aumentado sus ingresos en una cantidad suficiente como para ser considerado “clase media”. Lo que quedó claro con todo esto es que los informales querían ser parte del “circuito oficial”. Así lo demostra- ron los 300 mil dueños de buses de la Federación de Choferes del Perú, que suspendieron las huelgas cuan- do fueron reconocidos como empresarios por la ley que eliminó el control del pasaje urbano. Cuando Abimael Guzmán se trasladó a Lima, se en- contró con que sus potenciales reclutas urbanos esta- ban siendo re-categorizados fuera de su alcance; los movimientos clasistas de barrios, obreros, trabajadores y otros que él había creado para avivar las llamas del descontento ya no eran capaces de subvertir el sistema. Al contrario. Los transportistas se habían proclamado “empresarios” y terminaron sus huelgas. Los vendedo- res ambulantes aceleraron la construcción de merca- dos, mientras que aquellos que la OIT-PREALC había categorizado como “desempleados, improductivos y sin futuro” ascendían a la clase media. Los cambios descritos se llevaron a cabo durante los primeros gobiernos de Fujimori y García, ninguno de los cuales creía en ese momento en la economía de mercado. De hecho, hicieron campaña con propuestas progresistas o socialistas. ¿Qué pasó? ¿Los políticos en Lima de pronto descubrieron a Adam Smith o se entu- siasmaron con Bastiat, el brillante economista francés del siglo XIX venerado por los fanáticos del libre mer- cado? De ningún modo. Lo que pasó fue mucho más sencillo: los informales fueron recategorizados de tal manera que permitió que los políticos identificaran en ellos a potenciales electores y así descubrieron una ra- zón para dirigirse a sus expectativas (expectativas que la misma re-categorización había desatado). Los ciudadanos del resto del país tampoco se convir- tieron de pronto en liberales clásicos amantes del libre mercado, fue la guerra contra Sendero que hizo que todo el mundo se diera cuenta que el status quo era insos- tenible y que el escenario comunista vislumbrado por Sendero era aterrador. Desde un tiempo atrás, nosotros los peruanos nos habíamos percatado que nuestro país estaba formado por pequeños o grandes empresarios, en las grandes casas comerciales o empujando carreti- llas, con los documentos sellados o sin sellar. Pero cuan- do nos dimos cuenta que todos nuestros vecinos com- partían las mismas categorías —que todos podíamos jugar usando las mismas reglas transparentes, con toda la información sobre la mesa—, el deseo de cambio se volvió contagioso e irresistible y las reformas adecuadas se efectuaron rápidamente. Columna IV Abriendo las puertas al sistema financiero internacional (en paralelo a las del mercado nacional) La debacle económica alcanzó su momento más críti- co en 1990, cuando la hiperinflación llegó al 7.600%, el Producto Bruto Interno (PBI) cayó en 13,4%, las re- servas de divisas del país eran negativas, la Caja Fiscal no tenía fondos para pagarle a los empleados públicos, había escasez de productos de primera necesidad y me- dicamentos y los servicios públicos habían colapsado. Todo ello mientras el terrorismo había extendido su ac- cionar a varias regiones del país. El 60% del territorio nacional estaba entonces bajo el estado de emergencia. Frente a esta realidad que hacía materialmente imposi- ble ganarle la guerra al terrorismo, era imprescindible estabilizar la economía aplicando un duro ajuste eco- nómico que incluyera el sinceramiento de los precios. Pero a la vez se necesitaba un conjunto de reformas que requerían de ayuda exterior ya que el Perú no tenía re- cursos para financiar su ejecución. La estrategia que trazamos consistía en construir un consenso político interno favorable al ajuste económico y las reformas y paralelamente lograr la reincorporación del Perú al sistema financiero internacional, compro- metiendo a sus líderes en la ejecución de las reformas. Pero primero hubo que convencer al presidente Fujimo- ri, quien se resistía a hacer el ajuste. Para lograr este objetivo, yo consulté al embajador Ja- vier Pérez de Cuéllar (a través de mi hermano Álvaro, que era su director ejecutivo), entonces Secretario Ge- neral de Naciones Unidas, la posibilidad de una reunión en Washington con las cabezas del FMI Michel Camdes- sus, el Banco Mundial (BM) Barber Conable y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Enrique Iglesias,