COMO AGUA PARA CHOCOLATE | Page 81

Como agua para chocolate Laura Esquivel Por tanto, los chilaquiles no le supieron como en otras ocasiones: les faltaba la compañía de alguien. De pronto escuchó unos pasos. La puerta de la cocina se abrió y apareció Rosaura. Tita se sorprendió al verla. Estaba igual de delgada que cuando era soltera. ¡Con sólo una semana de no comer! Parecía imposible que hubiera perdido 30 kilos en sólo siete días, pero así era. Lo mismo le habla pasado cuando se habían ido a vivir a San Antonio: adelgazó rápidamente, pero no hacia más que regresar al rancho y ¡a engordar! Rosaura entró altivamente y se sentó frente a Tita. La hora de enfrentarse con su hermana había llegado, pero no seria Tita quien iniciara la disputa. Retiró el plato, le dio un sorbo a su café y empezó cuidadosamente a partir en trozos pequeños las orillas de la tortillas que había utilizado para hacer sus chilaquiles. Acostumbraban a quitarle la orilla a todas las tortillas que comían para echárselas a las gallinas. También desmenuzaban el migajón del bolillo con la misma intención. Rosaura y Tita se miraron fijamente a los ojos y permanecieron en esta actitud hasta que Rosaura abrió la discusión. -Creo que tenemos pendiente una conversación, ¿no lo crees? -Sí, sí lo creo. Y creo que fue desde que te casaste con mi novio. -Está bien, si lo quieres, empecemos por ahí. Tú tuviste un novio indebidamente. No te correspondía tenerlo. -¿Según quién? ¿Según mamá o según tú? -Según la tradición de la familia, que tú rompiste. -Y que voy a romper cuantas veces sea necesario, mientras esa maldita tradición no me tome en cuenta. Yo tenla el mismo derecho a casarme que tú, y tú eras la que no tenla derecho a meterse en medio de dos personas que se querían profundamente. -Pues ni tan profundamente. Ya ves cómo Pedro te cambió por mí a la menor oportunidad. Yo me casé con él, porque él así lo quiso. Y si tuvieras tantito orgullo lo deberías de haber olvidado para siempre. -Pues para tu información, se casó contigo sólo por estar cerca de mí. No te quería y tú lo sabias muy bien. -Mira, mejor ya no hablemos del pasado, a mí no me importan los motivos por los que Pedro se casó conmigo. Se casó y punto. Y yo no voy a permitir que ustedes dos se burlen de mí, ¡óyelo bien! No estoy dispuesta a hacerlo. -Nadie intenta burlarse de ti, Rosaura, no entiendes nada. -No, ¡qué va! Entiendo muy bien el papel en el que me dejas, cuando toda la gente del rancho te ve llorando al lado de Pedro y tomándolo amorosamente de la mano. ¿Sabes cuál es? ¡El del hazmerreír! ¡De veras que no tienes perdón de Dios! Y mira, a mí me tiene muy sin cuidado si tú y Pedro se van al infierno por andarse besuqueando por todos los rincones. Es más, de ahora en adelante pueden hacerlo cuantas veces quieran. Mientras nadie se entere, a mí no me importa, porque Pedro va a necesitar hacerlo con la que sea, pues lo que es a mí, no me va a volver a poner una sola mano encima. ¡Yo sí tengo dignidad! Que se busque una cualquiera como tú para sus cochinadas, pero eso sí, en esta casa yo voy a seguir siendo la esposa. Y ante los ojos de los demás también. Porque el día que alguien los vea y me vuelvan a hacer quedar en ridículo, te juro que se van a arrepentir. Los gritos de Rosaura se confundían con los del llanto apremiante de Esperanza. Desde hacía un rato la niña lloraba, pero había ido subiendo gradualmente el tono de sus sollozos hasta alcanzar niveles insoportables. De seguro ya quería comer. Rosaura se levantó lentamente y dijo: 81