COMO AGUA PARA CHOCOLATE | Page 77

Como agua para chocolate Laura Esquivel Atravesó el cristal de la ventana y salió disparada hacia el patio, como un buscapiés enloquecido. Pedro, en su borrachera, no se dio cuenta del peligro. Cantaba muy contento Estrellita, de Manuel M. Ponce, bajo la ventana de Tita, rodeado de revolucionarios igual de tomados que él. Gertrudis y Juan tampoco olieron la desgracia. Bailaban como dos adolescentes recién enamorados a la luz de uno de los tantos quinqués de petróleo que estaban diseminados por todo el patio para alumbrar la fiesta. De pronto, el buscapiés se acercó a Pedro girando vertiginosamente, y con una furia hizo que el quinqué más cercano a él estallara en mil pedazos. El petróleo esparció las llamas con rapidez sobre la cara y el cuerpo de Pedro. Tita, que estaba terminando de tomar las medidas adecuadas para recibir su menstruación, escuchó el alboroto que el accidente de Pedro provocaba. Precipitadamente llegó hasta la ventana, la abrió y vio a Pedro corriendo por todo el patio, convertido en una antorcha humana. Entonces Gertrudis lo alcanzó, se arrancó de un tirón la falda de su vestido y con ella cubrió a Pedro, derribándolo sobre el piso. Tita no supo cómo bajó las escaleras pero llegó al lado de Pedro en sólo 20 segundos. Gertrudis le quitaba en ese momento la ropa humeante. Pedro aullaba de dolor. Tenía quemaduras por todo el cuerpo. Entre varios hombres lo cargaron cuidadosamente para llevarlo a su recámara. Tita tomó a Pedro de la única mano que tenía libre de quemaduras y no se separó de él. Cuando iban subiendo las escaleras, Rosaura abrió la puerta de su recámara. Percibió de inmediato un fuerte olor a plumas quemadas. Se acercó a la escalera con la intención de bajar a ver qué sucedía y ahí se topó con el grupo que cargaba a Pedro envuelto en humo. Tita, a su lado, lloraba desconsolada. El primer intento de Rosaura fue correr a ayudar a su marido. Tita trató de soltarle la mano a Pedro para permitir que Rosaura se acercara a él, pero Pedro, entre quejidos y hablándole por primera vez de tú, clamó: -Tita, no te vayas. No me dejes. -No, Pedro, no lo haré. Tita tomó nuevamente la mano de Pedro, Rosaura y Tita se miraron un momento retadoramente. Entonces Rosaura comprendió que ella no tenia nada que hacer ahí, se metió en su recámara y se cerró con llave. De ahí no salió en una semana. Como Tita no podía ni quería desprenderse del lado de Pedro ordenó a Chencha que trajera claras de huevo batidas con aceite y bastantes papas crudas bien machacadas. Estos eran los mejores métodos que conocía contra las quemaduras. Las claras de huevo se ponen con una pluma fina sobre la parte dañada, renovando la aplicación cada vez que el linimento se seque. Después hay que poner emplastos de papas crudas machacadas para reducir la inflamación y calmar el dolor. Tita se pasó toda la noche aplicándole estos remedios caseros. Mientras le ponía el emplasto de papas, observaba el amado rostro de Pedro. Ni señas quedaban de sus pobladas cejas y sus grandes pestañas. El cuadrado mentón ahora tenia forma oval por la hinchazón. A Tita no le importaba que fuera a quedar con alguna marca, pero tal vez a Pedro sí. ¿Qué ponerle para evitar que le quedaran cicatrices? Nacha le dio la respuesta, que a su vez «Luz del amanecer» le había dado a ella: lo mejor en estos casos era ponerle a Pedro corteza del árbol de tepezcohuite. Tita salió corriendo al patio y sin importarle que la noche estaba muy avanzada levantó a Nicolás y lo mandó a conseguir esa corteza, con el mejor brujo de la región. Ya casi al amanecer logró calmar un poco el dolor de Pedro y que éste se quedara dormido por un momento. Aprovechó para salir a despedirse de Gertrudis, pues desde hacía rato oía los pasos y las voces de las gentes de su tropa mientras alistaban a los caballos para retirarse. Gertrudis habló con Tita por largo rato, lamentaba no poderse quedar a ayudarla en el infortunio, pero le habían llegado órdenes de atacar Zacatecas. Gertrudis le agradeció los 77