Como agua para chocolate
Laura Esquivel
Atravesó el cristal de la ventana y salió disparada hacia el patio, como un buscapiés
enloquecido. Pedro, en su borrachera, no se dio cuenta del peligro. Cantaba muy contento
Estrellita, de Manuel M. Ponce, bajo la ventana de Tita, rodeado de revolucionarios igual de
tomados que él. Gertrudis y Juan tampoco olieron la desgracia. Bailaban como dos
adolescentes recién enamorados a la luz de uno de los tantos quinqués de petróleo que
estaban diseminados por todo el patio para alumbrar la fiesta. De pronto, el buscapiés se
acercó a Pedro girando vertiginosamente, y con una furia hizo que el quinqué más cercano a
él estallara en mil pedazos. El petróleo esparció las llamas con rapidez sobre la cara y el
cuerpo de Pedro.
Tita, que estaba terminando de tomar las medidas adecuadas para recibir su
menstruación, escuchó el alboroto que el accidente de Pedro provocaba. Precipitadamente
llegó hasta la ventana, la abrió y vio a Pedro corriendo por todo el patio, convertido en una
antorcha humana. Entonces Gertrudis lo alcanzó, se arrancó de un tirón la falda de su
vestido y con ella cubrió a Pedro, derribándolo sobre el piso.
Tita no supo cómo bajó las escaleras pero llegó al lado de Pedro en sólo 20 segundos.
Gertrudis le quitaba en ese momento la ropa humeante. Pedro aullaba de dolor. Tenía
quemaduras por todo el cuerpo. Entre varios hombres lo cargaron cuidadosamente para
llevarlo a su recámara. Tita tomó a Pedro de la única mano que tenía libre de quemaduras y
no se separó de él. Cuando iban subiendo las escaleras, Rosaura abrió la puerta de su
recámara.
Percibió de inmediato un fuerte olor a plumas quemadas. Se acercó a la escalera con la
intención de bajar a ver qué sucedía y ahí se topó con el grupo que cargaba a Pedro envuelto
en humo. Tita, a su lado, lloraba desconsolada. El primer intento de Rosaura fue correr a
ayudar a su marido. Tita trató de soltarle la mano a Pedro para permitir que Rosaura se
acercara a él, pero Pedro, entre quejidos y hablándole por primera vez de tú, clamó:
-Tita, no te vayas. No me dejes.
-No, Pedro, no lo haré.
Tita tomó nuevamente la mano de Pedro, Rosaura y Tita se miraron un momento
retadoramente. Entonces Rosaura comprendió que ella no tenia nada que hacer ahí, se metió
en su recámara y se cerró con llave. De ahí no salió en una semana.
Como Tita no podía ni quería desprenderse del lado de Pedro ordenó a Chencha que
trajera claras de huevo batidas con aceite y bastantes papas crudas bien machacadas. Estos
eran los mejores métodos que conocía contra las quemaduras. Las claras de huevo se ponen
con una pluma fina sobre la parte dañada, renovando la aplicación cada vez que el linimento
se seque. Después hay que poner emplastos de papas crudas machacadas para reducir la
inflamación y calmar el dolor.
Tita se pasó toda la noche aplicándole estos remedios caseros.
Mientras le ponía el emplasto de papas, observaba el amado rostro de Pedro. Ni señas
quedaban de sus pobladas cejas y sus grandes pestañas. El cuadrado mentón ahora tenia
forma oval por la hinchazón. A Tita no le importaba que fuera a quedar con alguna marca,
pero tal vez a Pedro sí. ¿Qué ponerle para evitar que le quedaran cicatrices? Nacha le dio la
respuesta, que a su vez «Luz del amanecer» le había dado a ella: lo mejor en estos casos era
ponerle a Pedro corteza del árbol de tepezcohuite. Tita salió corriendo al patio y sin
importarle que la noche estaba muy avanzada levantó a Nicolás y lo mandó a conseguir esa
corteza, con el mejor brujo de la región. Ya casi al amanecer logró calmar un poco el dolor de
Pedro y que éste se quedara dormido por un momento. Aprovechó para salir a despedirse de
Gertrudis, pues desde hacía rato oía los pasos y las voces de las gentes de su tropa mientras
alistaban a los caballos para retirarse.
Gertrudis habló con Tita por largo rato, lamentaba no poderse quedar a ayudarla en el
infortunio, pero le habían llegado órdenes de atacar Zacatecas. Gertrudis le agradeció los
77