Como agua para chocolate
Laura Esquivel
En una mano llevaba la cazuela y en la otra un quinqué. Entró al cuarto cuidando de no
tropezar con la gran cantidad de objetos que estaban en el camino del sitio donde se
guardaban las ollas de cocina que no se utilizaban frecuentemente. La luz del quinqué le
ayudaba bastante, pero no lo suficiente como para alumbrarle las espaldas por donde
silenciosamente se deslizó una sombra y cerró la puerta del cuarto.
Al sentir una presencia extraña, Tita giró sobre sí misma y la luz delineó claramente la
figura de Pedro poniendo una tranca en la puerta.
-¡Pedro! ¿Qué hace aquí.
Pedro, sin responderle, se acercó a ella, apagó la luz del quinqué, la jaló hacia donde
estaba la cama de latón que alguna vez perteneció a Gertrudis su hermana y tirándola sobre
ella, la hizo perder su virginidad y conocer el verdadero amor.
Rosaura, en su recámara, trataba de dormir a su hija que lloraba desenfrenadamente. La
paseaba por todo el cuarto, sin ningún resultado. Al cruzar por la ventana vio salir del cuarto
oscuro un resplandor extraño. Volutas fosforescentes se elevaban hacia el cielo como
delicadas luces de bengala. Por más gritos de alarma que dio llamando a Tita y a Pedro para
que lo observaran, no tuvo respuesta más que de Chencha, que había ido a buscar un juego
de sábanas. Al presenciar el singular fenómeno, Chencha por primera vez en su vida
enmudeció de sorpresa, ni un solo sonido escapaba de sus labios. Hasta Esperanza, que no
perdía detalle, dejó de llorar. Chencha se arrodilló y persignándose se puso a orar.
-¡Virgen Santísima que’stás en los cielos, recoge el alma de mi siñora Elena pa’que deje de
vagar en las tiñeblas del pulgatorio!
-¿Qué dices Chencha, de qué hablas?
-¡Pos de qué’a de ser, no ve que se trata del fantasma de la dijunta! ¡La probe algo’a de
andar pagando! ¡Yo por si las dudas ni de chiste me guelgo a’cercar por a’i!
-Ni yo.
¡Si la pobre Mamá Elena supiera que aun después de muerta su presencia seguía
causando temor y que ese miedo a encontrarse con ella les proporcionaba a Tita y a Pedro la
oportunidad ideal para profanar impunemente su lugar preferido, al revolcarse
voluptuosamente sobre la cama de Gertrudis, se volverla a morir cien veces!
Continuará...
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Chocolate y Rosca de Reyes
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