Como agua para chocolate
Laura Esquivel
-Dámelo para que se lo lleve, necesita tomarlo día y noche, para que baje la leche.
Pero por más champurrado que tomó, nunca le bajó la leche. En cambio Tita tuvo desde
ese día leche suficiente como para alimentar no sólo a Roberto sino a otros dos niños más, si
así lo hubiera deseado. Como Rosaura estuvo delicada algunos días, a nadie le extrañó que
Tita se encargara de darle de comer a su sobrino; lo que nunca descubrieron fue la manera
en que lo hacia, pues Tita, con la ayuda de Pedro, puso mucho cuidado en que nadie la viera.
El niño, por tanto, en lugar de ser un motivo de separación entre ambos, terminó por
unirlos más. Tal parecía que la madre del niño era Tita y no Rosaura. Ella así lo sentía y así
lo demostraba. El día del bautizo, ¡con qué orgullo cargaba a su sobrino y lo mostraba a
todos los invitados! Rosaura no pudo estar presente más que en la iglesia pues aún se sentía
mal. Tita entonces tomó su lugar en el banquete.
El doctor John Brown miraba a Tita embelesado. No le podía quitar los ojos de encima.
John había asistido al bautizo sólo para ver si podía conversar con ella a solas. A pesar de
que se veían a diario durante las visitas médicas que John le hacía a Rosaura, no habían
tenido la oportunidad de platicar libremente y sin ninguna otra persona presente.
Aprovechando que Tita caminaba cerca de la mesa donde él se encontraba, se levantó y se le
acercó con el pretexto de ver al niño.
-¡Qué bien se ve este niño, al lado de una tía tan bella!
-Gracias doctor.
-Y eso que no es su propio hijo, ya me imagino lo bonita que se va a ver cuando el niño
que cargue sea el suyo.
Una nube de tristeza cruzó por el semblante de Tita. John la detectó y dij o:
-Perdón, parece que dije algo incorrecto.
-No, no es eso. Lo que pasa es que yo no me puedo casar, ni tener hijos, porque tengo que
cuidar a mi mamá hasta que muera.
-¡Pero cómo! Eso es una tontería.
-Pero así es. Ahora le ruego que me disculpe, voy a atender a mis invitados.
Tita se alejó rápidamente, dejando a John completamente desconcertado. Ella también lo
estaba, pero se recuperó de inmediato al sentir en sus brazos a Roberto. Qué le importaba su
destino mientras pudiera tener cerca a ese niño, que era más suyo que de nadie. Realmente
ella ejercía el puesto de madre sin el título oficial. Pedro y Roberto le pertenecían y ella no
necesitaba nada más en la vida.
Tita estaba tan feliz que no se dio cuenta de que su madre, lo mismo que John, aunque
por otra razón, no la perdía de vista un solo instante. Estaba convencida de que algo se
traían entre manos Tita y Pedro. Tratando de descubrirlo, ni siquiera comió, y estaba tan
concentrada en su labor de vigilancia, que le pasó desapercibido el éxito de la fiesta. Todos
estuvieron de acuerdo en que gran parte del mismo se debía a Tita, ¡el mole que había
preparado estaba delicioso! Ella no paraba de recibir felicitaciones por sus méritos como
cocinera y todos querían saber cuál era su secreto. Fue verdaderamente lamentable que en el
momento en que Tita respondía a esta pregunta diciendo que su secreto era que había
preparado el mole con mucho amor, Pedro estuviera cerca y los dos se miraran por una
fracción de segundo con complicidad, recordando el momento en que Tita molía en el metate,
pues la vista de águila de Mamá Elena, a 20 metros de distancia, detectó el destello y le
molestó profundamente.
Entre todos los invitados ella era realmente la única molesta, pues curiosamente, después
de comer el mole, todos habían entrado en un estado de euforia que los hizo tener reacciones
de alegría poco comunes. Reían y alborotaban como nunca lo habían hecho y pasaría
bastante tiempo antes de que lo volvieran a hacer. La lucha revolucionaria amenazaba con
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