Como agua para chocolate
Laura Esquivel
Éste es el último paso y se realiza cuando ya se tienen todos los ingredientes molidos tal y
como se indicó. Se mezclan en una olla, se le añaden las piezas del guajolote, las tablillas de
chocolate y azúcar al gusto. En cuanto espesa, se retira del fuego.
Tita terminó sola de preparar el mole, pues Chencha, en cuanto supo la noticia, se fue
inmediatamente al pueblo a tratar de conseguir otra nodriza para su sobrino. No regresó
hasta la noche y sin haberlo logrado. El bebé lloraba exasperado. Trataron de darle leche de
vaca y la rechazó. Tita trató entonces de darle té, tal y como Nacha lo había hecho con ella
pero fue inútil: el niño igualmente lo rechazó. Se le ocurrió ponerse el rebozo que Lupita la
nodriza había olvidado, pensando que el niño se tranquilizaría al percibir el olor familiar que
éste despedía, pero por el contrario, el niño lloró con más fuerza, pues ese olor le indicaba
que ya pronto recibiría su alimento y no comprendía el motivo de su retraso. Buscaba su
leche entre los senos de Tita. Si hay algo en la vida que Tita no resistía era que una persona
hambrienta le pidiera comida y que ella no pudiera dársela. Le provocaba mucha angustia. Y
sin poderse contener por más tiempo, Tita se abrió la blusa y le ofreció al niño su pecho.
Sabía que estaba completamente seco, pero al menos le serviría de chupón y lo mantendría
ocupado mientras ella decidía qué hacer para calmarle el hambre.
El niño se pescó del pezón con desesperación y succionó y succionó, con fuerza tan
descomunal, que logró sacarle leche a Tita. Cuando ella vio que el niño recuperaba poco a
poco la tranquilidad en su rostro y lo escuchó deglutir sospechó que algo extraordinario
estaba pasando. ¿Sería posible que el niño se estuviera alimentando de ella? Para
comprobarlo, separó al niño de su pecho y vio cómo le brotaba un chisguete de leche. Tita no
alcanzaba a comprender lo que sucedía. No era posible que una mujer soltera tuviera leche,
se trataba de un hecho sobrenatural y sin explicación en esos tiempos. En cuanto el niño
sintió que lo separaban de su alimento empezó a llorar nuevamente. Tita, de inmediato lo
dejó que se pescara de ella, hasta que sació por completo el hambre y se quedó plácidamente
dormido, como un bendito. Estaba tan absorta en la contemplación del niño que no sintió
cuando Pedro entró a la cocina. Tita era en ese momento la misma Ceres personificada, la
diosa de la alimentación en pleno.
Pedro no se sorprendió en lo más mínimo ni necesitó recibir una explicación. Embelesado
y sonriente, se acercó a ellos, se inclinó y le dio un beso a Tita en la frente. Tita le quitó al
niño el pecho, ya estaba satisfecho. Entonces los ojos de Pedro contemplaron realmente lo
que ya antes había visto a través de la ropa: los senos de Tita.
Tita intentó cubrirse con la blusa, Pedro la ayudó en silencio y con gran ternura. Al
hacerlo, una serie de sentimientos encontrados se apoderaron de ellos: amor, deseo, ternura,
lujuria, vergüenza... temor de verse descubiertos. El sonido de los pasos de Mamá Elena
sobre la duela de madera les advirtió oportunamente del peligro. Tita alcanzó a ajustarse
correctamente la blusa y Pedro a tomar distancia de ella antes de que Mamá Elena entrara
en la cocina. De tal manera que cuando abrió la puerta no pudo encontrar, dentro de lo que
las normas sociales permiten, nada de qué preocuparse. Pedro y Tita aparentaban gran
serenidad.
Sin embargo, algo olió en el ambiente que la hizo agudizar todos sus sentidos y tratar de
descubrir qué era lo que la inquietaba.
-Tita, ¿qué pasa con ese niño? ¿Lograste hacerlo comer?
-Sí, mami, tomó su té y se durmió.
-¡Bendito sea Dios! Entonces, Pedro, ¿qué esperas para llevar al niño con tu mujer? Los
niños no deben estar lejos de su madre.
Pedro salió con el niño en brazos, Mamá Elena no dejaba de observar detenidamente a
Tita, había en sus ojos un destello de turbación que no le gustaba nada.
-¿Ya está listo el champurrado para tu hermana?
-Ya mami.
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