Leer como acto de revolución
Por Liz Katherine Correa Bautista. Profesional adscrita a Desarollo Estudiantil campus Bucaramanga.
E
l príncipe de los ingenios, Miguel
de Cervantes Saavedra, la máxima figura de la literatura española, inmortalizó en su más exitosa novela El quijote, la frase: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Y no es para menos, pues grandes estudios, expertos, críticos y analíticos, siempre han llegado a la misma conclusión: la lectura es un acto revolucionario y de conocimiento que le permite a la persona transportarse a diferentes lugares, imaginar, soñar y desenfrenar un cúmulo de emociones, con tan solo sumergirse en el mundo de las letras.
La lectura tiene el poder de transformar pensamientos y posturas. Por medio de ella, se llega a donde se quiere, se es más competitivo, se obtiene una postura crítica en la sociedad. Es lo que afirma Pepe Bruno Galán, cuentista y escritor español de literatura infantil: “Leer, es un modo de rebeldía, un frente abierto contra el conformismo, una guerra de guerrillas contra los días grises y las noches frías. Abrir un libro es llenar el mundo de silencios, de esos silencios imprescindibles para la emoción, para sentir que respiramos, que cerramos los ojos, que somos”. (P. 2)
No obstante, tal parece que este ejercicio, enmarcado por el romanticismo de los lectores y escritores empedernidos, es el producto de la quimera de hace unos siglos.
escritores empedernidos, es el producto de la quimera de hace unos siglos.
Una utopía que ha sido rota por la realidad del día a día, del estrés diario, del ruido, del trabajo, de la superficialidad que rompe cualquier esquema. Ya no es común ver a lectores en los sistemas de transporte masivos, porque el sobre flujo de gente que va en él, no permite desarrollar un correcto ejercicio; o quizá porque el libro puede pesar más que el bolso, el porta-almuerzos, la sombrilla, los trabajos, las carpetas e incluso, el celular, en el que se puede descargar música, “chatear”, jugar y amenizar el trayecto. Pero más allá de eso, ya no se lee porque “Nuestro ocio ha cambiado” (Martí, 2017). (P. 3)
“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”
(Quijote, 2ª Parte,
Cap. XXV)