Colectivo Fotográfico Zasqua (clone) | Page 17

Lo mismo le sucede a Edwin Sarmiento Godoy, de 34 años, quien empezó a trabajar en el área comercial, pero perdía oportunidades laborales porque siempre solicitaban a personas capacitadas en el tema y él no contaba con los estudios.

“No hay edad para estudiar. Considero que es más cuestión de querer, de dejar la pereza, de querer superarse y de no tener pena. Cuando yo dejé de estudiar, pasaron los años y pensaba que al retomar me tocaría con niños. Me daba vergüenza. Luego reflexioné, entendí que lo necesitaba y me propuse estudiar Gestión de la Mercadotecnia”, asegura Edwin.

La lucidez de Edwin, de Julián y del mismo Víctor es evidente: en su forma de expresarse, en su capacidad de reflexión y en su manera de ver la vida. Algunos pensarían que, a sus edades, no valdría la pena estudiar porque el rendimiento de un adulto no es igual al de un joven. Es cierto, aunque es una verdad a medias. Según Berger (2009), el vocabulario y el conocimiento en general -habilidades propias de la inteligencia cristalizada- aumentan con la madurez; mientras que la velocidad -inteligencia fluida-, tiende a disminuir.

Los más pequeños del grupo han sabido aprovechar ese recorrido de sus colegas mayores. Jeison Esteban Beltrán Díaz, de 17 años, valora la oportunidad de estudiar con aquellos

compañeros que tienen experiencia laboral, porque sabe que pueden aportarle significativamente sobre ese mundo que aún desconoce.

“Estudiar con ellos ha sido muy positivo, por lo menos para mí. Yo soy una persona bastante detallista, así que trato de aprender algo de cada uno. Julián, por ejemplo, ya cursó una carrera, sabe cómo es el ambiente universitario; otros dos compañeros ya vienen trabajando desde hace un tiempo, en fin. Todos me han aportado algo”, reconoce Jeison.

17

Figura 2. Lizeth Castro estudiante de la Tecnología en Gestión de la Mercadotecnia de primer semestre. Fuente: Propia.