Colección Jera Romance - Extractos Los moteros del MidWay, 2_Muestra | Page 6

— Acabo de llamar y según Maverick no ha asomado sus rastas por allí desde el sábado.—¿ Le habrá pasado algo? El motero exhaló un suspiro.— Tío, espero que no, pero ¿ dónde coño se ha metido? ¿ Tienes el teléfono de sus padres?
A lo mejor ellos saben algo.—¿ Y si no lo saben? Vamos a ser más los que están de los nervios por la falta de noticias … En eso tenía razón, pensó el motero, pero algo había que hacer.— Bueno, si llamas tú quizás se preocupen, pero si llamo yo haciéndome el despistado, a lo mejor cuela … Podría intentarlo— ofreció Niilo. Para entonces la lista de personas intranquilas había ascendido a tres ya que Abby seguía con atención la conversación de su marido. Lo vio negar con la cabeza y ponerse de pie.— No, llamo yo— dijo Evel—. Ya se me ocurrirá alguna excusa.
Para los padres de Conor, sin embargo, no habría sido ninguna sorpresa recibir la llamada de Evel. Tras el accidente, la policía se había puesto en contacto con el número marcado para emergencias del móvil de su hijo. La llamada había pillado a Owen en medio de una reunión que él había convocado y de la que se marchó a toda prisa sin tiempo para explicaciones. Camino del hospital le había avisado a Susan quien había tomado un taxi. Prácticamente, habían llegado al mismo tiempo. Y ahora estaban allí, en una sala atestada de gente que iba de un lado a otro esperando lo mismo que esperaban ellos, alguna noticia sobre su ser querido.
Susan apenas había hecho algún comentario, se la veía pendiente del ir y venir del personal sanitario y Owen sabía que era cuestión de tiempo que perdiera los nervios y empezara a exigir información a gritos. De modo que se acercó por cuarta vez al mostrador de información. Esta vez estaba dispuesto a no regresar con las manos vacías.
La conversación con la persona de turno se inició de la misma manera que las otras veces.
— Señor, ya le he dicho que en cuanto tenga alguna información se la daré. Lo están atendiendo, es todo cuanto puedo decirle.
Pero en esta ocasión no acabó igual, ya que sin que Owen tuviera tiempo para darse cuenta, la respuesta llegó desde algún punto, detrás de él, y no fue cordial.
—¡¿ Pero qué clase de monstruo insensible es usted, señora?! Tienen a mi hijo allí dentro desde hace rato y nadie ha dicho ni pio. No sabemos nada. Ni detalles del accidente ni si está vivo o muerto. ¡ Nada!
Susan gritaba y gesticulaba. Pronto, se vieron rodeados de varias personas reclamando que también se les negaba información, que se les atendía de mal talante, como si molestaran. A pesar de los intentos de Owen por calmar a su esposa, Susan continuó cada vez más ofuscada.
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