Colección Jera Romance - Extractos Los moteros del MidWay, 2_Muestra | Page 5
que le des la oportunidad de explicarse. Si no se lo merece él, después de todo lo que ha
hecho para que podáis estar juntos, ¿quién, Andy?
Mientras tanto, en Londres…
Niilo se despidió del dependiente de la joyería y volvió a guardar el móvil. Golpeó una
vez más la puerta del piso de Conor sin obtener ninguna respuesta.
Después de acabar de trabajar, el motero había ido directamente a casa de su colega
cuando el primer intento de llamarlo había dado por resultado que saltara el buzón de voz.
Llevaba allí un buen rato, ya que al principio había pensado que él estaría dentro lamiéndose
las heridas en privado y que por eso no abría. Pero ante la continua falta de respuesta, había
llamado al MidWay. Así se había enterado de que no habían vuelto a verlo desde su discusión
con Ike. Cada vez más alarmado, Niilo había conseguido el número de teléfono de la joyería
y los había llamado. Estaba a punto de colgar, cuando atendieron; Conor no había acudido a
su cita con ellos ni había llamado para cancelar.
Llegados a este punto, Niilo empezaba a estar seriamente preocupado. Pero se resistía a
caer en el tremendismo. Lo más seguro era que su colega estuviera ahogando las penas en
algún bar donde nadie lo conocía, y que no se hubiera dado cuenta, como era habitual en él,
de que sus huidas en busca de soledad dejaban tras de sí a mucha gente preocupada.
Volvió a intentarlo con la puerta de su casa una vez más.
—¡Venga, Conor. Ya sé que no estás de humor, pero tío, así no puedes seguir! —exclamó
al tiempo que pegaba su dedo al timbre.
Entonces, oyó que alguien le hablaba.
—Oiga, joven, me parece que su amigo no está —dijo la vecina que vivía en el piso de
enfrente.
Niilo, algo incómodo, miró a la mujer que tenía pinta de saberse vida y obra de todos
los habitantes del edificio.
—¿Está segura? Es que tampoco responde al móvil…
—Sí, estoy bastante segura de que no está, joven. Su amigo suele llegar más tarde y,
perdone que le diga, no es precisamente silencioso —repuso la mujer, con una sonrisa de
viejecita amable.
Tras agradecerle la información, Niilo entró en el ascensor. No se fiaba de Conor ni de
su humor, pero aquella mujer daba la impresión de saber de lo que hablaba. Volvió a sacar su
móvil para efectuar una nueva llamada.
Evel todavía seguía en su oficina aunque ya no estaba solo, Abby estaba con él.
—¿Qué hay Niilo?
—No sé qué decirte —repuso el motero sin molestarse en ocultar su preocupación. Evel
frunció el ceño, extrañado de oírlo hablar así—. Conor no atiende el móvil. En su casa no está
y tampoco ha acudido a la cita que tenía en la joyería…
Al dueño de Rowley Customs tampoco le daba buena espina que, de pronto, Conor
pareciera haberse borrado del mapa, pero, al igual que Niilo, se resistía a pensar en lo peor.
—A lo mejor ha ido al MidWay…
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