Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 7

dinero la consigna, donde se insulta como en ningún otro lugar, donde el jefe es el rey de la cocaína, las prostitutas, la masturbación y la conversación encantadora. Aquí la cosa cambia, aparece un Scorsese que se parece más a sí mismo, deja atrás la retórica del protagonista hablando a cámara y se concentra en la narración más clásica. Scorsese ha demostrado en distintas ocasiones una habilidad sorprendente para relatar procesos de ascenso, lo hizo en Buenos Muchachos, lo hizo en Casino y lo hace nuevamente en El lobo de Wall Street, aunque esta vez le dedica menos tiempo de relato; la narración avanza casi exclusivamente a través de diálogos entre personajes (que casi no hacen otra cosa), y el espacio pierde el volumen dramático que supo tener en sus películas anteriores en donde parecía interrogar y extraer la historia de los edificios y las calles que