Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 42

que dio en FICUNAM, transcripta y reproducida en esta misma revista, no tiene desperdicio. Igual, aunque sólo un párrafo atrás me fui de boca por Fontán, pido un poco de cautela a la hora de encumbrar a Guiraudie como un maestro del cine. Hay que esperar. Por último, no tengo moderación ni miedo a exagerar cuando hablo del otro homenajeado por el festival, Otar Iosseliani. La retrospectiva completa fue uno de los puntos más altos del festival, con verdaderas obras maestras como Había una vez un pájaro cantor (1971), Mañana de lunes (2002) y Jardines en otoño (2006). Por lo general no me interesa mucho conocer la biografía de los cineastas, pero en el caso de Iosseliani es importante saber que antes de dedicarse al cine se recibió de compositor y de director de orquesta en su Georgia natal. Eso permite entender la capacidad gloriosa que tiene para componer coreografías dentro de sus planos. Hay un documental, parte de la mencionada serie Cineastas de nuestro tiempo, que se llama Otar Iosseliani: El mirlo silbador, donde vemos cómo planifica sus escenas en función del ritmo, contando compases mientras sostiene los storyboards, a los que parece mirar como si fueran partituras. Entre tantas películas sobre el mundo del trabajo en este FICUNAM, las comedias de Iosseliani son doblemente bien recibidas. En sus películas por lo general seguimos la deriva de un personaje principal, deriva que comienza con la evasión del trabajo y responde a la búsqueda de placer. Sus loas al ocio generosamente compartido entre amigos, pueden ser leídas como discretas utopías, donde no existe el disfrute sin los otros. Esto se traduce en su forma de mostrar lo público: con su preferencia por los grandes planos generales, filmados en profundidad de campo, apreciamos la convivencia de todo tipo de personajes, de clases y etnias distintas. Lo maravilloso es cómo en sus películas el orden establecido, siempre conflictivo, puede convertirse en otra cosa; la solidaridad y la tolerancia rigen las micro-sociedades que establecen los personajes de Iosseliani. La posibilidad de ver algunas películas del maestro, en 35mm y pantalla grande, estuvo entre lo más grato de todo el festival. La revolución televisada Mencioné que tras el altercado en el acto de inauguración las cámaras se fueron previsiblemente con los anarquistas teenagers. Hoy parece inconcebible realizar una protesta y no 40 intentar llegar a los medios masivos, no televisar la protesta con la idea de utilizar el medio. Lo que sucede ahí es por lo menos incierto, porque una vez obtenidas las imágenes la televisión las puede manipular como quiera, producir el discurso que quiera y hacer su propia realidad. El otro cineasta que tuvo una retrospectiva en el festival fue el alemán Harun Farocki, que justamente ha dedicado una carrera a analizar los usos y la manipulación de la imagen y su papel en las relaciones de poder que se dan en las sociedades contemporáneas. En FICUNAM pude ver una de sus grandes películas, Videogramas de una revolución (1992), que es un montaje de distintas filmaciones de las estaciones de televisión rumanas en torno al derrocamiento del dictador rumano Nicolae Ceaucescu. Se ven las filmaciones de los distintos canales que van haciendo una cronología de lo sucedido durante y en los días posteriores al levantamiento, con algunos eventos repetidos, mostrados desde distintos puntos de vista por distintas grabaciones. La aparición esporádica de una voz en off acompaña las imágenes de la televisión y a veces interviene para discutir el relato que nos muestran las filmaciones, comentando cosas que quedan afuera de sus imágenes, que parecen tan reales, tan verídicas, tan en vivo. Es impresi ۘ[