que dio en FICUNAM, transcripta y reproducida
en esta misma revista, no tiene desperdicio. Igual,
aunque sólo un párrafo atrás me fui de boca por
Fontán, pido un poco de cautela a la hora de
encumbrar a Guiraudie como un maestro del cine.
Hay que esperar.
Por último, no tengo moderación ni miedo a
exagerar cuando hablo del otro homenajeado por
el festival, Otar Iosseliani. La retrospectiva
completa fue uno de los puntos más altos del
festival, con verdaderas obras maestras como
Había una vez un pájaro cantor (1971), Mañana
de lunes (2002) y Jardines en otoño (2006).
Por lo general no me interesa mucho conocer la
biografía de los cineastas, pero en el caso de
Iosseliani es importante saber que antes de
dedicarse al cine se recibió de compositor y de
director de orquesta en su Georgia natal. Eso
permite entender la capacidad gloriosa que tiene
para componer coreografías dentro de sus planos.
Hay un documental, parte de la mencionada serie
Cineastas de nuestro tiempo, que se llama Otar
Iosseliani: El mirlo silbador, donde vemos cómo
planifica sus escenas en función del ritmo,
contando compases mientras sostiene los
storyboards, a los que parece mirar como si fueran
partituras. Entre tantas películas sobre el mundo
del trabajo en este FICUNAM, las comedias de
Iosseliani son doblemente bien recibidas. En sus
películas por lo general seguimos la deriva de un
personaje principal, deriva que comienza con la
evasión del trabajo y responde a la búsqueda de
placer. Sus loas al ocio generosamente compartido
entre amigos, pueden ser leídas como discretas
utopías, donde no existe el disfrute sin los otros.
Esto se traduce en su forma de mostrar lo público:
con su preferencia por los grandes planos
generales, filmados en profundidad de campo,
apreciamos la convivencia de todo tipo de
personajes, de clases y etnias distintas. Lo
maravilloso es cómo en sus películas el orden
establecido, siempre conflictivo, puede convertirse
en otra cosa; la solidaridad y la tolerancia rigen las
micro-sociedades que establecen los personajes de
Iosseliani.
La posibilidad de ver algunas películas del
maestro, en 35mm y pantalla grande, estuvo entre
lo más grato de todo el festival.
La revolución televisada
Mencioné que tras el altercado en el acto de
inauguración
las
cámaras
se
fueron
previsiblemente con los anarquistas teenagers.
Hoy parece inconcebible realizar una protesta y no
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intentar llegar a los medios masivos, no televisar la
protesta con la idea de utilizar el medio. Lo que
sucede ahí es por lo menos incierto, porque una
vez obtenidas las imágenes la televisión las puede
manipular como quiera, producir el discurso que
quiera y hacer su propia realidad.
El otro cineasta que tuvo una retrospectiva en el
festival fue el alemán Harun Farocki, que
justamente ha dedicado una carrera a analizar los
usos y la manipulación de la imagen y su papel en
las relaciones de poder que se dan en las
sociedades contemporáneas. En FICUNAM pude
ver una de sus grandes películas, Videogramas de
una revolución (1992), que es un montaje de
distintas filmaciones de las estaciones de
televisión rumanas en torno al derrocamiento del
dictador rumano Nicolae Ceaucescu. Se ven las
filmaciones de los distintos canales que van
haciendo una cronología de lo sucedido durante y
en los días posteriores al levantamiento, con
algunos eventos repetidos, mostrados desde
distintos puntos de vista por distintas grabaciones.
La aparición esporádica de una voz en off
acompaña las imágenes de la televisión y a veces
interviene para discutir el relato que nos muestran
las filmaciones, comentando cosas que quedan
afuera de sus imágenes, que parecen tan reales, tan
verídicas, tan en vivo. Es impresi ۘ[