la imagen, poner un acento (que no es una música,
es un acento; a veces es un silencio). La imagen se
ve de otra manera, se la ve más, se la ve menos, se
la ve teñida afectivamente por algo. El sonido tiene
esa incidencia sobre la imagen, es para nosotros
esa profundización del ritmo y de aspectos afectivos y sensoriales en relación con esa música que se
ha armado en las imágenes.
Siempre resulta llamativa la dialéctica entre el
sonido y la imagen en tus películas. Hay casos
en los que parecen venir de mundos distintos.
Para mí una de las cosas que nos ha pasado en la
historia del cine o en la historia de la imagen
audiovisual (y que hay que reflexionar para que
sea una dirección y pueda ser usado de una manera
u otra, no como una especie de imposición) es que
la imagen se ha transformado en el territorio de lo
visible. La imagen no es nada más de lo que es, lo
cual me parece tremendo. Yo creo que la imagen
es lo que es y es su abismo; sí no, no hay cine, de
cualquier tipo, el que fuese. Y me parece grave el
problema de la relación imagen-sonido, el grado
de literalidad que se ha establecido en esta
relación. La imagen es lo que es porque es lo que
veo y nada más de lo que veo; y el sonido es lo que
escucho y nada más de lo que escucho. Y por otro
lado, algo que ha tomado el sonido (por supuesto
hablo en general, no de todos) es la réplica afectiva
de lo mismo, como un signo que se acomoda en la
misma dirección que los otros. La acumulación de
signos en la misma dirección lo hace una cosa
uniforme, un mazacote meloso… Y ese concepto
de imagen no me interesa para nada. Me parece
que la imagen, desde las posibilidades audiovisuales, siempre entra en tensión, siempre entra en
diálogo; a veces se acomoda más y a veces menos,
pero siempre tiene que ver con una especie de
agregado de una dimensión para aprovechar el
recurso. Nosotros tratamos siempre de sumar, de
direccionar o acentuar, pero nunca de reforzar en
el sentido acumulativo.
En ese caso nos encontramos con El rostro, que
puede ser tu película más radical. No sólo por
las operaciones discursivas en la idea poética
que implica, sino también por la separación
absoluta del sonido y la imagen.
El rostro es una película que tuve clara desde el
primer día, por lo que me cuesta pensar si es
radical o no, por la naturalidad con la que surge.
Sin embargo es interesante hablar de radicalidad,
es un concepto que me interesa mucho. Lo radical
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es la honestidad con respecto al concepto que uno
lleva hasta el extremo, sin concesiones, lo cual me
encanta. Sin embargo muchas veces se usa como
un corrimiento con respecto determinado tipo de
cine, lo cual me parece que da demasiada cuenta
de un sistema de poder. La radicalidad no es nunca
para mí una postura intelectual, aunque después se
pueda transformar en eso, y luego uno puede
intelectualmente partir de allí. Para mí surge en
principio como la experiencia sensible, y creo que
luego debemos elegir los medios que consideremos más fieles y eficaces para reconstruir o producir esa experiencia.
¿Existe algo político en esa decisión?
Siempre creí que de algún modo esa radicalidad de
la que ustedes hablan, o esa intención de recuperar
para la imagen sus valores más profundos, es una
acción política. Es decir, yo creo que correrse,
hacer películas hon