Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 34

la imagen, poner un acento (que no es una música, es un acento; a veces es un silencio). La imagen se ve de otra manera, se la ve más, se la ve menos, se la ve teñida afectivamente por algo. El sonido tiene esa incidencia sobre la imagen, es para nosotros esa profundización del ritmo y de aspectos afectivos y sensoriales en relación con esa música que se ha armado en las imágenes. Siempre resulta llamativa la dialéctica entre el sonido y la imagen en tus películas. Hay casos en los que parecen venir de mundos distintos. Para mí una de las cosas que nos ha pasado en la historia del cine o en la historia de la imagen audiovisual (y que hay que reflexionar para que sea una dirección y pueda ser usado de una manera u otra, no como una especie de imposición) es que la imagen se ha transformado en el territorio de lo visible. La imagen no es nada más de lo que es, lo cual me parece tremendo. Yo creo que la imagen es lo que es y es su abismo; sí no, no hay cine, de cualquier tipo, el que fuese. Y me parece grave el problema de la relación imagen-sonido, el grado de literalidad que se ha establecido en esta relación. La imagen es lo que es porque es lo que veo y nada más de lo que veo; y el sonido es lo que escucho y nada más de lo que escucho. Y por otro lado, algo que ha tomado el sonido (por supuesto hablo en general, no de todos) es la réplica afectiva de lo mismo, como un signo que se acomoda en la misma dirección que los otros. La acumulación de signos en la misma dirección lo hace una cosa uniforme, un mazacote meloso… Y ese concepto de imagen no me interesa para nada. Me parece que la imagen, desde las posibilidades audiovisuales, siempre entra en tensión, siempre entra en diálogo; a veces se acomoda más y a veces menos, pero siempre tiene que ver con una especie de agregado de una dimensión para aprovechar el recurso. Nosotros tratamos siempre de sumar, de direccionar o acentuar, pero nunca de reforzar en el sentido acumulativo. En ese caso nos encontramos con El rostro, que puede ser tu película más radical. No sólo por las operaciones discursivas en la idea poética que implica, sino también por la separación absoluta del sonido y la imagen. El rostro es una película que tuve clara desde el primer día, por lo que me cuesta pensar si es radical o no, por la naturalidad con la que surge. Sin embargo es interesante hablar de radicalidad, es un concepto que me interesa mucho. Lo radical 32 es la honestidad con respecto al concepto que uno lleva hasta el extremo, sin concesiones, lo cual me encanta. Sin embargo muchas veces se usa como un corrimiento con respecto determinado tipo de cine, lo cual me parece que da demasiada cuenta de un sistema de poder. La radicalidad no es nunca para mí una postura intelectual, aunque después se pueda transformar en eso, y luego uno puede intelectualmente partir de allí. Para mí surge en principio como la experiencia sensible, y creo que luego debemos elegir los medios que consideremos más fieles y eficaces para reconstruir o producir esa experiencia. ¿Existe algo político en esa decisión? Siempre creí que de algún modo esa radicalidad de la que ustedes hablan, o esa intención de recuperar para la imagen sus valores más profundos, es una acción política. Es decir, yo creo que correrse, hacer películas hon