mundo, lo encarnan, se apropian de él y lo trascienden: asumen sus rasgos pero también aportan los
propios. Como ocurre con todas las persona verdaderas, la razón de su existencia es la vida y no la
muerte. Mientras viven, disfrutan y sufren, se
lastiman y se curan, triunfan y fracasan, cumplen y
resignan sueños, desean. Probablemente el deseo
nos humanice más que cualquier otra cosa, y
aunque no puedo decir que Chris no tenga deseos,
creo que Penn no resuelve bien el vínculo del
personaje con ellos. Su mayor deseo es sentirse
vivo, una impresión que la seguridad de su clase no
le ofrece y que pretende encontrar en el riesgo de
una experiencia nómade y solitaria. Pero su deseo
es tan grande como el precio que debe pagar para
cumplirlo. Ésa es la fatalidad. Un personaje que
realiza el deseo que motiva su vida, muere. Muere
en la película y fuera de ella, desaparece cuando la
imagen en la pantalla se oscurece completamente.
Es fácil para un personaje apenas personaje
pronunciar y consumar su deseo (alguien más lo ha
resuelto por él de antemano) pero no sucede así
con las personas. Gordon Green lo sabe, entonces
lleva el deseo de cada uno de sus protagonistas al
lugar más distante que el cine ha sabido construir:
el fuera de campo. Ahí se oculta de Lance la ciudad
con sus placeres, se oculta de Alvin su novia. Y
aunque el primero de ellos recorre una vez (y sin
nosotros) esa distancia, no encuentra nada de lo
que busca; vuelve con más conflictos de los que
había llevado: un ojo golpeado y un embarazo no
deseado en curso. La ciudad es, entonces, una
amenaza, y aún más para nosotros que ni siquiera
podemos verla: el miedo a lo desconocido. El caso
de Alvin es todavía más notable, porque la carta
que envía a su novia a través de su compañero
jamás llega a destino, reco ɑ