HACIA RUTAS SALVAJES
Prince Avalanche de David Gordon Green
por Leandro Naranjo
David Gordon Green vuelve a las ligas menores.
Fuera de los estudios californianos, en una zona
rural texana recientemente afectada por el fuego,
encuentra una película “menor” pero importante,
más compleja y trascendente de lo que aparenta,
acaso escondida detrás de su tono medio, entre la
textura de una comedia templada y la temperatura
de un drama de baja intensidad. Lejos de la esquizofrenia, esa fusión de géneros es un equilibrio de
tiempos y emociones que ocurre con la ligereza
necesaria para quitar la atención de sí misma y
trasladarla al relato. Alvin (Paul Rudd) y Lance
(Emile Hirsch), sumidos en una suerte de convivencia forzada, trabajan en la señalización de un
camino escasamente transitado del Sur de los
Estados Unidos. La situación los obliga a compartir sus soledades y a tolerar, luego de una serie de
desencuentros importantes, las diferencias irreconciliables de sus modos de vida.
Hasta acá, los rasgos temáticos del film parecieran
apuntar al plot típico de una buddy movie; Todo un
parto de Todd Phillips es un ejemplo cercano (y
algo más tosco, por cierto) que bien podría funcionar como referencia. Alvin es un adulto sensato y
sensible que disfruta del aislamiento y el desafío
que implica la vida nómade al aire libre. Lance es
un joven imprudente y frívolo que lo sufre. Sus
estilos de vida y sus necesidades inmediatas
difieren radicalmente, pero el vínculo obligatorio
que en principio los conflictúa termina finalmente
por acercarlos: inevitablemente, ambos deberán
esforzarse por compatibilizar lo que cada uno de
ellos necesita y tiene para ofrecer como persona.
Ambos sentirán la necesidad del otro cuando algún
problema difícil de superar los desacomode y los
desoriente, y entonces será momento de aprovechar la compañía. Hasta entonces, sólo hay entre
ellos distancia y accidentes, materia prima del
humor de la película, siempre efectivo y bien
administrado como para no eclipsar jamás al
drama. Entre la carcajada y el llanto, Prince
Avalanche recorre una distancia prudente que le
permite ir y volver con facilidad, sin llegar nunca a
los extremos. La habitual mesura de Paul Rudd
funciona a la perfección en ese sentido y es un
soporte elemental de la película. Su registro
actoral armoniza perfectamente con la propuesta
de la película y, eventualmente, logra adecuar los
desfasajes de Emile Hirsch, que con cierta regularidad se muestra algo incómodo en el tono y
trabaja con más altibajos que su compañero.
Paul Rudd sorprende en un papel nada habitual
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