LA ESCAPADA
autora: Anisa Camalez
Para Osorio Ruiz hoy es un día especial. Se le-
vanta más temprano y toma su tiempo para
vestirse. Busca en el closet el traje negro a ra-
yas que llevaba puesto el día que llegó a esa
casa. Se pone una camisa blanca y el sweater
de lana café que le regaló su hijo hace unos
meses para su cumpleaños. Acaricia el abrigo
beige que heredó de su padre. No hace frío
pero se ve elegante con él así es que decide
ponérselo. Desde que su querida Eugenia
murió sólo tiene una corbata negra. Hoy le
hubiera gustado ponerse una más colorida,
porque se trata de un día para celebrar.
me en la cama contigua. Se acerca a él y le
acaricia la mejilla para despedirse. Sabe que
él no se da cuenta, su mente ya lo abandonó
y ahora sólo queda un cuerpo flaco, tullido y
con escaras, no quiere terminar así.
Antes de salir de la pieza se rocía la chaqueta
con el agua de colonia inglesa que alguien le
trajo de regalo y se echa al bolsillo el papel
con la dirección de su hijo, por si olvida como
llegar.
Baja al comedor. Se sienta en una larga mesa
que ya ocupan algunos de sus compañeros a
quienes les han amarrado una gran servilleta
alrededor del cuello. El se niega a usar esos
baberos. En compañía de los hombres que
comen en silencio, toma el último café con
leche con sacarina y deja el trozo de pan con
mermelada diet porque sabe que su próximo
desayuno será con azúcar y una mermelada
de verdad.
Mira por última vez la habitación, las camas
en hilera y recuerda el día que se llevaron su
velador. Hicieron un escándalo porque había
guardado dos plátanos y se le olvidó comér-
selos. “Son órdenes de la dirección, se le pu-
dre todo”, le dijeron. Ahora no tiene dónde
poner la foto de Eugenia o la de sus nietos y
sin las fotos a veces los rostros se le olvidan.
El teme que llegue un día y no logre recordar,
como le ocurrió a Ramiro, su amigo que duer-
Camina hacia la salida y al pasar por la sala
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