NOTA EDITORIAL
“¿Qué le pedirías al olvido?”, se pregunta el poema de Diego Marino, y nos deja
reflexionando sobre una pregunta anterior, ¿Qué es el olvido?
Quizás sea esa sensación difusa del recorte de un pasado, que se mezcla entre
muchos objetos guardados, o un auto que se va sobre la calle empedrada y que
a la cuadra, ya no recordamos ni un mínimo detalle sobre su color. Las cenizas
de un cigarrillo, restos que se depositan momentáneamente sobre un cenice-
ro que nadie sabe cuándo, ni quién lo vacía para ser vuelto a usar. Se olvidan
los zapatos que dejamos de usar dentro de un ropero que no se volvió a abrir.
Incluso queremos acelerar el olvido, emborrachándonos con un poco de ron, o
cualquier bebida que nos permita el gesto de recordar todo aquello que nece-
sitaríamos dejar atrás y que tal vez irónicamente en un sueño, que un desperta-
dor interrumpe, nos devuelve la imagen de alguien que supimos amar, como si
estuviéramos todos frente a un espejo roto que repite formas que no podemos
reconocer realmente, pero en el que no podemos dejar de mirar.
Se siente muchas veces como un baúl en donde vamos guardando y guardan-
do, como un pendrive infinito, del que después no sabemos que sabemos la
contraseña, un baúl que no podemos abrirlo a nuestro antojo. A la vez pareciera
que ahí van a parar solo los temas que consideramos muy importantes, sea
por dolorosos o placenteros. Por otro lado también existe la pregunta por los
lugares pequeños, esos olvidos insignificantes por así decirlo, que conviven en
nuestra vida diaria.
¿Cuándo fue la última vez que cerraste la llave del gas?¿Que fotos borraste hace
cinco días de tu celular?¿En que cajón dejaste tiradas las entradas del cine o del
recital de música al que fuiste?¿Cuantas veces borraste los mensajes que no te
animas a enviar?
En este número de la revista diversos artistas nos invitan a seguir preguntándo-
nos con sus textos y en consecuencia a seguir intentando darle una respuesta a
una experiencia que todos tenemos y a la cual damos por naturalizada.
3