Chubasco en Primavera N° 12 | Page 20

PROLEGÓMENO El vampiro llega y entra volando en tu habitación. No tenés adver- tencia previa de su llegada porque su vuelo es silencioso, sibilante viento. Y por supuesto, llega de noche. Las sábanas pueden rodear tu cuerpo, sos una forma nada más en la luz recortada, pero él te ve, te mira con ojos llenos de dulzura, percibe dónde está en vos lo que él quiere -que es muy tuyo- o en realidad, lo que necesita para su supervi- vencia, y certero, va. Nadando en sangre te encontrás porque tu cama no es más cama, sino el lugar donde la sangre se convirtió en tu ambi- ente natural. El vampiro no te aniquila, no da el tiro de gracia, porque eso acabaría con su medio de vida. El vampiro simplemente chupa, de a poco, se relame en eso que te es vital. Cuando está extasiado, le sucede en el éxtasis de la lujuria. Hay asco y rechazo y el vampiro desearía en ese momento tener el botón mágico que expulse a su víctima exangüe de su lado. No lo tiene. Opta por irse volando nuevamente en la noche, tan silenciosamente como vino. Tirada, blanca piel, sin sangre, solo esperás el momento en que vuelva a aparecer, porque aquello que te quita la fuerza para le- vantarte es lo mismo que te mantiene atada de un hilo a la noche del tiempo.