NOCHE
El vampiro sos vos, triste narradora. Chupaste hasta que tu vícti-
ma pidió una tregua en tanto regodeo. Pasaste la lengua por tus
labios para saborear por última vez la ambrosía que tan generosa-
mente te habían prodigado.
Vampiro, en el principio fue el verbo, y el verbo se hizo carne y
ya no hubo cómo saber quién fue la víctima y quién victimario en
este océano rojo.
El vampiro se muerde a sí mismo, y ya no recuerda al creador de
su maldición.