Chubasco en Primavera N° 12 | Page 19

A MI VIVA QUERIDA Que coman arena, que coman arena. Quienes cuentas muertas no te quieren viva. Van coleccionando víctimas suculentas, putrefactos angelitos. Pobrecitos los femicidas. Son hombres de pura raza, que aman mucho y muy bien. Que saben crearte para ser sus hijas, devotas enamoradas de su Dios. Un gran creador dañado que hace a su amada de la llaga de su debilidad. La hace suya con la artimaña dulce de ser vulnerable. Y su vulnerabilidad es un cuchillo. O eso cree en su puro amor, hecho y derecho. Pero ella ya no es. La convierte en una hidra que hicieron suya. No la conocieron y ahora, en un mea culpa ridículo, ridículamente lloran. Ella no se puede pertenecer. Ahora es de la buena rebeldía. Está muerta. Y no grito por ser la próxima que sea canonizada. Grito por él. Grito por su alma torturada, de pobrecito macho; que se compadece sobre un cuerpo tibio. Grito porque puede existir. Y amar a sus hijos. Y ser un buen ciudadano, la peor clase de basura. Su protección es la prueba de nuestro poco valor. Y es tan bello hacer de su amor una tortura letal, porque es el final de su amor. Me llena los ojos de lágrimas imaginar ese arrepentimiento ingrato, ridículo y egoísta. No se lamenta por la muerta, se lamenta por sí mismo. Y también lloro por la salvaje que decidió salvar su vida preventivamente. Que tomó una bala como una salida. Lo que hizo mal fue no apuntarla a él en lugar de a su cabeza. De esa forma, tendríamos otro angelito en putrefacción.