—Lo importante es vivir.
—¿Quién dijo eso?
—Yo.
—Voy a tener que leer algo tuyo —exclamó sarcástica—. ¿Eres buen fotógrafo?
—Creo que sí; pero no de modas, claro.
Acentuó su sonrisa. El camarero se acercaba ya con el pedido, atravesando la calzada
lateral de la Gran Vía.
—Dame tu teléfono —me pidió, antes de que llegara.
Se suponía que eso debía pedírselo yo al despedirnos, o un poco antes, así que volvió a
ganarme por la mano.
Aunque no me importó.
VII
Mi puente aéreo con destino a Madrid salió veinte minutos tarde, lo cual, aun siendo
habitual, era como para respirar aliviado después de los últimos retrasos de hasta una
hora de la semana anterior. Me colé en el avión de los primeros, ocupé una butaca de
ventanilla, y repasé mis notas así como mi plan de acción durante los próximos días. Allí
estaba ya prácticamente todo, a quién debía ver y en qué orden, qué me interesaba y la
manera de enfocarlo. Había conseguido resumir artículos, documentación y datos acerca
de Vania, Cyrille y Jess Hunt hasta el punto de que lo llevaba todo encima, en una
carpeta. El artículo no sólo debía centrarse en Vania. Sus dos amigas formaban parte de
la misma historia. Había sido su muerte el detonante de que Vania dijera basta. Y el
reportaje debía hablar de esas muertes, de cómo unas chicas jóvenes, ricas, famosas y
deseadas habían muerto en la cumbre, justo por aquello por lo que habían luchado
siempre.
Eso representaría hablar de muchos temas, del mundo de la moda, del de las top models,
de drogas, de anorexias y bulimias, del éxito y del fracaso, de las fans, de los referentes
sociales, de por qué los mitos se crean y se destruyen y de por qué influyen tanto en la
gente.
Todo estaba en mis notas, mi equipaje de mano en los siguientes días, mientras durase la
investigación. Era el trabajo del día anterior.
Y no había si do fácil concentrarse.
Sofía revoloteaba de vez en cuando por entre mis pensamientos.
Vivía a salto de mata, tenía más problemas que no quiso contarme todavía, luchaba por
mantener el equilibrio en un universo donde eso es muy difícil. Tenía corazón, voluntad,
y era joven, pero no tonta. Me pareció casi desesperada, llena de rabia, como si el mundo
le hubiese prometido algo que después le hurtó, le escamoteó sacándole la lengua.
Muchas personas son totalmente incapaces de romper los espejos en los que se miran y
de los que se quedan enganchadas.
Romper los espejos.
Me sumergí en el repaso de todo aquello, para memorizarlo una vez más, y el vuelo de
cincuenta minutos se me pasó volando, y nunca mejor dicho. El avión aterrizó en Barajas
a las doce menos cinco de la mañana. No llevaba equipaje, así que salí, me metí en un
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