-Necesitamos ir a una cueva a buscar a un amigo- respondió
toscamente Osldad
-¿A una cueva?, ¿A buscar a quién?- preguntó la moura con una
mezcla de extrañez y jolgorio.
-Sí, queremos ir a la cueva donde está el brujo Melquies, ¿Nos
podrías llevar?
-Bueno- replicó la moura sin pensar, totalmente absorta por la magia
que irradiaban los expedicionarios dentro de la estrella .
Caminaron por una ruta secreta, con túneles entre ríos y pasadizos
dentro de inmensas montañas. Después de caminar cerca de media
hora, llegaron a una salita con poca iluminación donde se encontraba
una puerta grabada con runas extrañas. La puerta parecía
abandonada, con mucho polvo sobre ella. La moura empezó a recitar
unos versos en un lenguaje que ninguno de los siete comprendió, y
mágicamente las runas escritas en la puerta se alumbraban como al
rojo vivo, con un color rojo y amarillo. Las runas se fueron
despegando de la puerta y cayendo al suelo. Todos miraban
maravillados ese hechizo de la voz. Finalmente la puerta se abrió
revelando todo un mundo excepcional; las paredes de la cueva
estaban totalmente hechas de oro, había gigantescos castillos
levantados bajo un helado río, pequeños gnomos trabajaban con el
cuello y los pies atados, por gigantescos grilletes de piedra, a tubos
de plata que se elevaban en frente de cada casa. Las mouras habían
creado un sistema para que la luz del sol entrara a las cuevas, pero
sin abrir la cueva en ningún lugar, tenían como una tela transparente
que sostenía toda la energía solar. A lo largo de toda la mina había
cientos de animales y árboles, cantando y riendo entre sí.
Juan estaba perplejo, pero Skrítek le dejó claro que todas esas
bellezas fueron robadas y que todo el reino estaba sufriendo a causa
de que las mouras deseaban vivir con todos esos lujos. Juan entró
en razón rápidamente y continuaron con la misión. La moura los dejó
frente al río diciéndoles – "Hasta aquí les puedo ayudar deben seguir
solos, el mago se encuentra en la prisión más profunda de la prisión
submarina <>"-. Dicho esto, la moura se fue cantando
dichosamente y los compañeros decidieron continuar, sin embargo
había un problema ni los gnomos, Juan o Mirtle, la salamandra,
podían vivir bajo el agua más de dos minutos. Rápidamente los
genios u ondinas del agua que acompañaban la misión, crearon una
burbuja en la cual introdujeron a los seres no acuáticos y en ella
atravesaron el río entero. El viaje se le hizo tremendamente corto a
Juan, que estaba maravillado por poder ver todo un reino bajo el
agua, con mouras caminando, peces, algas, castillos y demás. Sin
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