C(H)ARÁCTER
tamaños y formas. En el centro de la plazoleta había cinco seres de
todas las clases.
Juan y Skrítek entraron y fueron cálidamente bienvenidos por las
formas de vida que se encontraban allí. Skrítek los presentó; había
una salamandra roja con manchas negras, proveniente del reino del
fuego que se llamaba Mirtle; dos genios del agua que no quisieron
presentar su nombre; tres gnomos entre los cuales se encontraba
Skrítek, Skiold y Olsdad; y finalmente, Juan.
Olsdad parecía, a simple vista, más anciano que los demás gnomos y
explico elocuentemente el plan. Contó que en la noche de San Juan
(¡que era la noche de ese mismo día!), las mouras salían de sus
minas en busca de gnomos para esclavizar, dragones para hechizar o
algo de la misma índole. Luego Skiold agregó: <>. Luego explicó que
había una compleja ceremonia para encantar a las mouras. El ritual
consistía en que cada uno de los compañeros, tomara una vara de
sauco y trazaran entre todos una estrella de un tamaño en el cual los
siete lograram entrar sin problemas. Después deberían sentarse en la
estrella y leer durante toda la noche un libro llamado el “Cipranillo”.
Skrítek explicó que la mística unión de los seres de los 4 reinos, la
lectura del Cipranillo,- que era un libro de magia y religión-, y la
estrella que transmitía la energía de la luna llena, lograrían encantar a
alguna moura que estuviera en el rango y, teniéndola allí le podrían
pedir lo que quisieran.
La ceremonia transcurrió sin percance. Cada quien leía cerca de 50
páginas seguidas del cipranillo y mientras los otros leían, Juan
permanecía totalmente inmóvil, sentado con seriedad marcial
observando la luna, que por casualidad estaba llena y se reflejaba en
los ojos de Juan, logrando que él sintiera algo parecido a un
cosquilleo. Juan sentía como a causa de la energía de sus
compañeros de todos los reinos, lo vitalizaba y l o hacía sentir fuerte,
invencible y en conexión con todos los universos y reinos. Mirtle fue
la última en leer y cuando acabó la palabra final, escucharon pasos
entre los árboles. Sin hacerse esperar, una moura, aparentemente
joven, se acercó a la estrella observándola como maravillada.
Jugando con sus extensos rizos dorados, preguntó con una voz
hermosa y delicada:
-Buenas tardes viajeros, ¿En qué les puedo ayudar?
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