C(H)ARÁCTER
huesos disfrazados de brazos, y un pecho que dejaba ver la caja de costillas
que pretendían guardar un corazón. Su abdomen era reducido y bien apretado.
Su miembro sexual estaba hinchado de tantas horas que fingía tener a una
mujer o a un hombre sobre su cuerpo.
Y sus piernas, proporcionadas a su desproporción, eran palillos que crujían a
cada paso que daba. Finalmente, sus pies estaban llenos de hongos, y mugre
entre hueso y hueso. Sus uñas del pie, nunca habían visto la luz del sol y
estaban encarnadas en el hueso, atravesando la piel. Su vestido era único e
intransferible. Zapatos negros mal embetunados, que terminaban en punta.
Medias gruesas, blancas y altas que subían por sus huesos astillados. Una
sudadera verde olivo que iba bien metida en sus medias. No tenía camisa, pero
si tenía unas tirantas rosadas que mantenían el pantalón en su lugar. Una boina
morada, y unas gafas sin lentes.
Con un garrote bien compacto, comenzó a dar sus invitaciones. Esperaba
tras una pared, que ocultaba un callejón. Esperaba a que caminaran hasta una
distancia prudente y los rasguñaba cuando los agarraba por detrás, y los traía
hacia su mano, el garrote que esta sostenía, daba un golpe certero y seco. Fue
golpeando y arrastrando con cuidado (manchando el piso para una completa
conexión entre los cuerpos extranjeros, y el suyo), a sus cordiales invitados. Es
así como arrastró a un socialista estadounidense, un músico japonés, un
peruano obsesionado por el dinero, un pensador del Congo, un artista hindú, un
cocinero australiano y un ruso capitalista. Los desnudó, les amarró las manos
atrás, les estiró la boca y les clavo unas puntillas en las encías, agarrando los
cachetes, para recordar sus sonrisas. Algunos vecinos se pusieron alerta al ver
el número inusual de invitados que Emile atendía.
Sin embargo, sentía que algo le hacía falta; algo diferente. Cuando se dio
cuenta, no tenía ni una sola mujer en su lista de invitados. ¿Pero cómo
enfrentarse a una mujer? ¿Qué mujer sonreiría al ver la cara de Emile? Debía
ser a oscuras. Un golpe certero en la nuca. Solamente, por injusta y prejuiciosa
con Emile; se lo merecía. Y es así como capturó a una feminista alemana, que
creía poder pasar por los mismos callejones que los hombres, sin ningún
peligro. Algunos cuerpos despertaron, pero Emile esperó a que todos lo
hicieran. Se escuchaban gritos de desesperación, pero Emile, en vez de
alegrarse, se disgustó. Se supone que deberían reír. Con un palo, se metió al
cuarto de huéspedes, y les empezó a dar una paliza, reclamando su situación
de gozo anterior. Diciéndoles que no entendían la diferencia entre el dolor que
sentían; superficial, y el dolor del alma de Emile; profundo. Escuchó las sirenas
policiales. Algunos desaparecidos eran importantes. Rápidamente, cerró la
puerta con sus siete seguros. Selló las ventanas, y todo estaba listo para
empezar. Los cuerpos se revolcaban en la habitación junto a la sangre y la leña
en forma de círculo, con las sonrisas en sus rostros; todos parecían felices, sino
fuera por los llantos de desesperación. Emile estaba en la mitad del círculo.
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