C(h)arácter Vol 2 May-June 2013 | Page 114

C(H)ARÁCTER huesos disfrazados de brazos, y un pecho que dejaba ver la caja de costillas que pretendían guardar un corazón. Su abdomen era reducido y bien apretado. Su miembro sexual estaba hinchado de tantas horas que fingía tener a una mujer o a un hombre sobre su cuerpo. Y sus piernas, proporcionadas a su desproporción, eran palillos que crujían a cada paso que daba. Finalmente, sus pies estaban llenos de hongos, y mugre entre hueso y hueso. Sus uñas del pie, nunca habían visto la luz del sol y estaban encarnadas en el hueso, atravesando la piel. Su vestido era único e intransferible. Zapatos negros mal embetunados, que terminaban en punta. Medias gruesas, blancas y altas que subían por sus huesos astillados. Una sudadera verde olivo que iba bien metida en sus medias. No tenía camisa, pero si tenía unas tirantas rosadas que mantenían el pantalón en su lugar. Una boina morada, y unas gafas sin lentes. Con un garrote bien compacto, comenzó a dar sus invitaciones. Esperaba tras una pared, que ocultaba un callejón. Esperaba a que caminaran hasta una distancia prudente y los rasguñaba cuando los agarraba por detrás, y los traía hacia su mano, el garrote que esta sostenía, daba un golpe certero y seco. Fue golpeando y arrastrando con cuidado (manchando el piso para una completa conexión entre los cuerpos extranjeros, y el suyo), a sus cordiales invitados. Es así como arrastró a un socialista estadounidense, un músico japonés, un peruano obsesionado por el dinero, un pensador del Congo, un artista hindú, un cocinero australiano y un ruso capitalista. Los desnudó, les amarró las manos atrás, les estiró la boca y les clavo unas puntillas en las encías, agarrando los cachetes, para recordar sus sonrisas. Algunos vecinos se pusieron alerta al ver el número inusual de invitados que Emile atendía. Sin embargo, sentía que algo le hacía falta; algo diferente. Cuando se dio cuenta, no tenía ni una sola mujer en su lista de invitados. ¿Pero cómo enfrentarse a una mujer? ¿Qué mujer sonreiría al ver la cara de Emile? Debía ser a oscuras. Un golpe certero en la nuca. Solamente, por injusta y prejuiciosa con Emile; se lo merecía. Y es así como capturó a una feminista alemana, que creía poder pasar por los mismos callejones que los hombres, sin ningún peligro. Algunos cuerpos despertaron, pero Emile esperó a que todos lo hicieran. Se escuchaban gritos de desesperación, pero Emile, en vez de alegrarse, se disgustó. Se supone que deberían reír. Con un palo, se metió al cuarto de huéspedes, y les empezó a dar una paliza, reclamando su situación de gozo anterior. Diciéndoles que no entendían la diferencia entre el dolor que sentían; superficial, y el dolor del alma de Emile; profundo. Escuchó las sirenas policiales. Algunos desaparecidos eran importantes. Rápidamente, cerró la puerta con sus siete seguros. Selló las ventanas, y todo estaba listo para empezar. Los cuerpos se revolcaban en la habitación junto a la sangre y la leña en forma de círculo, con las sonrisas en sus rostros; todos parecían felices, sino fuera por los llantos de desesperación. Emile estaba en la mitad del círculo. 11 4