DONDE HAY HUMO
HUBO VIDA
JUAN DIEGO
PALACIOS
Décimo Grado. Uno de los autores predilectos
de Juan Diego es el escritor norteamericano
Charles Bukowski, en especial su libro
"Peleando a la contra". Sus actividades favoritas
son tocar la guitarra, leer y cocinar.
Otro día amanecía en Poitiers, Francia y la misma mano soportaba la misma
cara aburrida de Emile. Corría el año 2007, y él casi no lo podía alcanzar.
Mirando por la ventana, observaba con deleite, las miles de personas que
pasaban de un lado a otro. Pero había unas en especial, que le llamaban la
atención. Eran las personas que sonreían, las que atrapaban la vista de Emile
Chaillot. Parecían tener una felicidad casi palpable, y pasaba horas en vela
pensando en cómo obtener esas sonrisas, para que él pudiera, de la misma
manera; sonreír. Revolcándose en la cama, gritaba y fumaba, se hería y se
deprimía. Creía que nunca nadie podría estar tan solo como él. Mientras mira ba,
se le ocurrió una idea brillante. Atraparía la esencia de las personas, con el calor
de la hospitalidad. A todos los sonrientes, los invitaría a pasar, y obtendría su
vida tras una charla, junto a la chimenea; muy cerca. Convencido por su
soledad, salió a la calle, y esperó al primer afortunado, quien se sorprendería
por su inesperada ternura.
Emile Chaillot era un hombre francés de 33 años. Tenía los ojos cansados de
tantas noches en vela, ojos que cargaban dos bolsas de piel opaca. Su nariz,
víctima de la implacable violencia humana, se retorcía cada día que su dueño la
exponía a sus locuras. Su boca, con dientes negros y algunos pigmentos
amarillos, traían el sabor del tabaco. Sus labios, secos de tanta sed, se
confundían con su piel llena de manchas, cicatrices y protuberancias. Y esta a
su vez, se perdía en la sucia cabeza calva, que terminaba en el punto más alto
de su cuerpo para dar inicio, a una serie de mechones mal cortados, que le
daban una apariencia muy desagradable al sujeto. Tenía una barba mal cuidada
y un bigote adolescente. Sus uñas amarillas y largas eran la morada de bichos y
gusanos que se confundían con la tierra que guardaba en ellas. Además, unas
manos frías y grandes, con dedos desproporcionadamente delgados. Un par de
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