CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 94

estiraron la cabeza para ver lo que decía en el pequeño cartelito junto al botón. Decía... ARRIBA Y FUERA. —Arriba y fuera—pensó Charlie—. ¿Qué clase de habitación es esa? El señor Wonka apretó el botón. Las puertas de cristal se cerraron. —¡Sosténganse! —gritó el señor Wonka. Entonces ¡WHAM! El ascensor salió despedido hacia arriba como un cohete. —¡Yiiipiii! —gritó el abuelo Joe. Charlie estaba aferrado a las piernas del abuelo Joe, y el señor Wonka se había cogido a una de las agarraderas que colgaban del techo, y siguieron subiendo arriba, arriba, arriba, en una sola dirección esta vez, sin curvas ni recodos, y Charlie podía oír fuera el silbido del viento a medida que el ascensor aumentaba su velocidad. —¡Yiipii! —gritó otra vez el abuelo Joe— . ¡Yiipii! ¡Allá vamos! —¡Más de prisa! —gritó el señor Wonka, golpeando con la mano la pared del ascensor—. ¡Más de prisa! ¡Más de prisa! ¡Si no vamos más de prisa que esto, jamás lo atravesaremos! —¿Atravesar qué? —gritó el abuelo Joe—. ¿Qué es lo que tenemos que atravesar? —¡Ajá! —gritó el señor Wonka—. ¡Espere y verá! ¡Llevo años deseando apretar este botón! ¡Pero nunca lo he hecho hasta ahora! ¡Muchas veces he estado tentado! ¡Sí, ya lo creo que sí! ¡Pero no podía soportar la idea de hacer un agujero en el techo de la fábrica! ¡Allá vamos muchachos! ¡Arriba y fuera! —Pero no querrá decir... —gritó el abuelo Joe—, no querrá usted decir que este ascensor... —¡Ya lo creo que sí! —contestó el señor Wonka— . ¡Espere y verá! ¡Arriba y fuera! —Pero... pero... pero... ¡Esta hecho de cristal! – gritó el abuelo Joe—. ¡Se romperá en mil pedazos! —Supongo que podría suceder —dijo el señor Wonka, tan alegre como siempre—, pero de todas maneras el cristal es bastante grueso. El ascensor siguió adelante, hacia arriba, siempre hacia arriba, cada vez más de prisa... Y de pronto... iCRASH!, se oyó un tremendo ruido de madera astillada y de tejas rotas directamente encima de sus cabezas, y el abuelo Joe gritó: —¡Socorro! ¡Es el fin! ¡Nos mataremos!, Y el señor Wonka dijo: —¡Nada de eso! ¡Hemos pasado! ¡Ya estamos fuera! Y era verdad. El ascensor había salido despedido por el techo de la fábrica y se elevaba ahora por el cielo como un cohete, y el sol entraba a raudales a través del techo de cristal. Al cabo de cinco segundos había subido unos veinticinco metros. —¡El ascensor se ha vuelto loco! —gritó el abuelo Joe. —No tenga miedo, mi querido señor —dijo tranquilamente el señor Wonka, y apretó otro botón. El ascensor se detuvo. Se detuvo v se quedó