CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 77

de toda la fábrica, todo lo que se barre del suelo, las cáscaras de patatas, repollos podridos, cabezas de pescado y cosas como ésas. —¿Quién come pescado y patatas y repollo en esta fábrica, me gustaría saber? —dijo Mike Tevé. —Yo, por supuesto —replicó el señor Wonka— . No pensarás que yo me alimento de granos de cacao, ¿verdad? —Pero... pero... pero... —chilló la señora Salt— . ¿a dónde conduce el tubo principal? —Pues a la caldera, por supuesto —dijo tranquilamente el señor Wonka—. Al incinerador. La señora Salt abrió su gran boca roja y empezó a gritar. —No se preocupen —dijo el señor Wonka—. Siempre existe la posibilidad de que hoy no la hayan encendido . —¡La posibilidad!—chilló la señora Salt—. ¡Mi querida Veruca! ¡La... la... freirán como a una salchicha! —Es verdad, querida —dijo el señor Salt—. Vamos a ver, Wonka —añadió—, creo que esta vez ha ido usted demasiado lejos. De verdad lo creo. Puede que mi hija sea un poco caprichosa, no me importa admitirlo, pero eso no significa que usted pueda cocerla al rojo vivo. Quiero que sepa que estoy muy enfadado, ya lo creo que sí. —¡Oh, no se enfade, mi querido señor! —dijo el señor Wonka—. Supongo que ya aparecerá tarde o temprano. Puede que ni siquiera haya caído hasta abajo. Puede que esté atascada en el vertedero cerca del agujero de la entrada, y si es así, lo único que tiene usted que hacer es ir allí a sacarla fuera. Al oír esto, el señor y la señora Salt entraron corriendo al Cuarto de las Nueces, se acercaron al agujero en el suelo y miraron dentro. —¡Veruca!—gritó la señora Salt—. ¿Estás ahí? No hubo respuesta. La señora Salt se inclinó un poco más para ver mejor. Estaba ahora arrodillada al borde mismo del agujero, con su cabeza dentro y su enorme trasero apuntando hacia arriba como una seta gigante. Era una posición peligrosa. Sólo necesitaba un pequeñísimo empujón... un suave impulso en el sitio apropiado..., ¡y eso es exactamente lo que le dieron las ardillas!