En cuanto todo el mundo hubo subido a bordo, los Oompa-Loompas empujaron el barco hasta alejarlo de
la orilla y empezaron a remar rápidamente río abajo.
—¡Eh, tú! ¡Mike Tevé! —gritó el señor Wonka—. ¡No lamas el barco con la lengua, por favor! ¡Lo único
que conseguirás es ponerlo pringoso!
—¡Papá —dijo Veruca Salt—, quiero un barco como éste! ¡Quiero que me compres un barco de caramelo
de fresa exactamente igual al del señor Wonka! ¡Y quiero muchos Oompa-Loompas que me lleven de
paseo, y quiero un río de chocolate, y quiero... quiero...
—Lo que quiere es una buena zurra —le susurró a Charlie el abuelo Joe. El anciano estaba sentado en la
popa del barco, y junto a él se hallaba el pequeño Charlie Bucket. Charlie agarraba firmemente la huesuda
mano de su abuelo. Estaba muy excitado. Todo lo que había visto hasta ahora (el gran río de chocolate, la
cascada, los enormes tubos de succión, las colinas de caramelo, los Oompa-Loompas, el hermoso barco
de color de rosa y, sobre todo, el propio señor Willy Wonka) le había parecido tan asombroso que empezó
a preguntarse si era posible que quedasen aun muchas más cosas de las que asombrarse. ¿A dónde irían
ahora? ¿Qué verían? ¿Y qué sucedería en el próximo recinto?
—¿No es maravilloso? —dijo el abuelo Joe, sonriéndole a Charlie.
Charlie asintió y sonrió a su vez.
De pronto, el señor Wonka, que estaba sentado al otro lado de Charlie, alargó el brazo hasta el fondo del
barco, cogió un gran tazón, lo hundió en el río, lo llenó de chocolate y se lo dio a Charlie.—Bébete esto
dijo—. ¡Te hará bien! ¡Pareces estar hambriento!
Luego el señor Wonka llenó un segundo tazón y se lo dio al abuelo Joe.—Usted también —dijo—.
¡Parece un esqueleto!¿Qué ocurre? ¿Es que no han tenido mucha comida en su casa últimamente?
—No mucha —dijo el abuelo Joe.
Charlie acercó el tazón a sus labios, y a medida que el espeso chocolate caliente descendía por su garganta
hasta su estómago vacío, su cuerpo entero, de la cabeza a los pies, empezó a vibrar de placer, y una
sensación de intensa felicidad se extendió por él.
—¿Te gusta?—preguntó el señor Wonka.
—¡Es maravilloso! dijo Charlie.