CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 57

En cuanto todo el mundo hubo subido a bordo, los Oompa-Loompas empujaron el barco hasta alejarlo de la orilla y empezaron a remar rápidamente río abajo. —¡Eh, tú! ¡Mike Tevé! —gritó el señor Wonka—. ¡No lamas el barco con la lengua, por favor! ¡Lo único que conseguirás es ponerlo pringoso! —¡Papá —dijo Veruca Salt—, quiero un barco como éste! ¡Quiero que me compres un barco de caramelo de fresa exactamente igual al del señor Wonka! ¡Y quiero muchos Oompa-Loompas que me lleven de paseo, y quiero un río de chocolate, y quiero... quiero... —Lo que quiere es una buena zurra —le susurró a Charlie el abuelo Joe. El anciano estaba sentado en la popa del barco, y junto a él se hallaba el pequeño Charlie Bucket. Charlie agarraba firmemente la huesuda mano de su abuelo. Estaba muy excitado. Todo lo que había visto hasta ahora (el gran río de chocolate, la cascada, los enormes tubos de succión, las colinas de caramelo, los Oompa-Loompas, el hermoso barco de color de rosa y, sobre todo, el propio señor Willy Wonka) le había parecido tan asombroso que empezó a preguntarse si era posible que quedasen aun muchas más cosas de las que asombrarse. ¿A dónde irían ahora? ¿Qué verían? ¿Y qué sucedería en el próximo recinto? —¿No es maravilloso? —dijo el abuelo Joe, sonriéndole a Charlie. Charlie asintió y sonrió a su vez. De pronto, el señor Wonka, que estaba sentado al otro lado de Charlie, alargó el brazo hasta el fondo del barco, cogió un gran tazón, lo hundió en el río, lo llenó de chocolate y se lo dio a Charlie.—Bébete esto dijo—. ¡Te hará bien! ¡Pareces estar hambriento! Luego el señor Wonka llenó un segundo tazón y se lo dio al abuelo Joe.—Usted también —dijo—. ¡Parece un esqueleto!¿Qué ocurre? ¿Es que no han tenido mucha comida en su casa últimamente? —No mucha —dijo el abuelo Joe. Charlie acercó el tazón a sus labios, y a medida que el espeso chocolate caliente descendía por su garganta hasta su estómago vacío, su cuerpo entero, de la cabeza a los pies, empezó a vibrar de placer, y una sensación de intensa felicidad se extendió por él. —¿Te gusta?—preguntó el señor Wonka. —¡Es maravilloso! dijo Charlie.