CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 47

—¡Tiene razón, abuelo! —gritó Charlie—. ¡Es un hombrecito! ¿Lo ves? —¡Lo veo, Charlie! —dijo excitadamente el abuelo Joe. Y ahora todo el mundo empezó a gritar a la vez.—¡Hay dos!—¡Dios mío, es verdad!—¡Hay más de dos! ¡Hay uno, dos, tres, cuatro, cinco!—¿Qué están haciendo?—¿De dónde salen?—¿Quiénes son? Niños y grandes corrieron a la orilla del río para verlos de cerca.—¿No son fantásticos?—¡No son más altos que mi rodilla!—¡Su piel es casi negra!—¡Es verdad!—¿Sabes lo que creo, abuelo? —exclamó Charlie—. ¡Creo que el señor Wonka los ha hecho él mismo, de chocolate! Los diminutos hombrecillos —no eran más grandes que muñecas de tamaño mediano— habían dejado lo que estaban haciendo y ahora contemplaban desde el otro lado del río a los visitantes. Uno de ellos señaló a los niños, susurró algo a los otros cuatro, y los cinco estallaron en sonoras carcajadas. —¿Es verdad que están hechos de chocolate, señor Wonka? —preguntó Charlie. —¿Chocolate? —gritó el señor Wonka—. ¡Qué tontería! ¡Son personas de verdad! ¡Son algunos de mis obreros! —¡Eso es imposible! —dijo Mike Tevé—. ¡No hay gente en el mundo tan pequeña como ésa!