CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 34

enteras comprando veinte chocolatinas al día! —¡Piensa en todas las golosinas que podrá comer gratis! —dijo otro niño, envidiosamente— . ¡Durante toda la vida! —¡Ese pobre flacucho lo necesitará! —dijo una niña, riendo. Charlie no se había movido. Ni siquiera había extraído el Billete Dorado que envolvía a la chocolatina. Estaba inmóvil, sosteniéndola apretadamente con ambas manos mientras la multitud gritaba y se apretujaba a su alrededor. Se sentía mareado, invadido por una extraña sensación de ligereza, igual que si estuviera flotando en el aire como un globo. Sus pies no parecían tocar el suelo. Podía oír los fuertes latidos de su corazón en algún sitio cerca de su garganta. En ese momento, se percató de que una mano se había posado livianamente sobre su hombro, y cuando levantó la vista, vio que había un hombre junto a él. —Escucha —susurró éste—. Te lo compraré. Te daré cincuenta libras por él. ¿Eh? ¿Qué te parece? Y también te daré una nueva bicicleta. ¿De acuerdo? —¿Está loco? —gritó una mujer que estaba cerca de ellos—. ¡Vaya, yo le daría doscientas libras por ese billete! ¿Quieres vender ese billete por doscientas libras, jovencito? —¡Ya es suficiente! —gritó el gordo tendero, abriéndose paso entre la multitud y cogiendo a Charlie firmemente por un brazo—. Dejen en paz al muchacho, ¿quieren? ¡Abran paso! ¡Déjenle salir! —Y a Charlie, mientras le conducía a la puert a, le susurró—: ¡No dejes que nadie se lo quede! ¡Llévatelo a casa, de prisa, antes de que lo pierdas! Corre todo el camino y no te detengas hasta llegar allí, ¿has entendido? Charlie asintió. —¿Sabes una cosa? —dijo el tendero, haciendo una pausa y sonriendo a Charlie—. Tengo la sensación de que necesitabas un golpe de suerte como éste. Me alegro mucho de que lo hayas conseguido. Buena suerte, hijo. —Gracias —dijo Charlie, y salió a la calle, echando a correr sobre la nieve lo más de prisa que sus piernas se lo permitían. Y cuando pasó frente a la fábrica del señor Willy Wonka, se volvió y agitó la mano y cantó—: ¡Ya nos veremos! ¡Nos veremos muy pronto! —Y cinco minutos más tarde llegaba a su casa.