CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 33

—Me parece a mí que necesitabas eso, hijo —dijo amablemente el tendero. Charlie afirmó con la cabeza, la boca llena de chocolate. —Calma —dijo—. Puede venirte un dolor de estómago si te lo tragas así, sin masticar. Charlie siguió devorando la chocolatina. No podía detenerse. Y en menos de medio minuto la golosina entera había desaparecido. Charlie estaba sin aliento, pero se sentía maravillosa, extraordinariamente feliz. Alargó una mano para coger el cambio. Entonces hizo una pausa. Sus ojos estaban justamente a ras del mostrador. Miraban fijamente las monedas de plata. Las monedas eran todas de cinco peniques. Había nueve en total. Ciertamente no importaría que se gastase una más... —Creo —elijo en voz baja—, creo que... me comeré otra chocolatina. De la misma clase que la anterior, por favor. —¿Por qué no? —dijo el tendero, alargando el brazo y cogiendo otra Delicia de Chocolate y Caramelo Batido del estante. La colocó sobre el mostrador. Charlie la recogió y rasgó el envoltorio... Y de pronto... debajo del papel... vio un brillante destello de oro. El corazón de Charlie se detuvo. —¡Es un Billete Dorado! —gritó el tendero, saltando medio metro en el aire—. ¡Tienes un Billete Dorado! ¡Has encontrado el último Billete Dorado! Eh, ¿qué te parece? ¡Vengan todos a ver esto! ¡El chico ha encontrado el último Billete Dorado de Wonka! ¡Ahí está! ¡Lo tiene en la mano! Parecía que al tendero le iba a dar un ataque. —¡Y en mi tienda, además! —gritó—. ¡Lo encontró aquí mismo, en mi propia tienda! ¡Que alguien llame a los periódicos, de prisa y se lo haga saber! ¡Ten cuidado, hijo! ¡No lo rompas al desenvolverlo! ¡Eso es un tesoro! En pocos segundos, había un grupo de unas veinte personas apiñadas alrededor de Charlie, y muchas más se abrían camino a empujones para entrar en la tienda. Todo el mundo quería ver el Billete Dorado y a su afortunado descubridor. —¿Dónde está? —gritó alguien—. ¡Levántalo, así todos podremos verlo! —¡Allí está, allí! —gritó otro—. ¡Lo tiene en la mano! ¡Mirad cómo brilla el oro! —Me gustaría saber cómo se las arregló para encontrarlo —gritó un niño, furioso—. ¡Yo llevo semanas