7 El cumpleaños de Charlie
—¡Feliz cumpleaños! —exclamaron los cuatro abuelos cuando Charlie entró en su habitación a la mañana
siguiente. Charlie sonrió nerviosamente y se sentó al borde de la cama. Sostenía su regalo, su único
regalo, cuidadosamente entre las dos manos. DELICIA DE CHOCOLATE Y CARAMELO BATIDO DE
WONKA, decía el envoltorio.
Los cuatro ancianos, dos en cada extremo de la cama, se incorporaron sobre sus almohadas y fijaron sus
ojos ansiosos en la chocolatina que Charlie llevaba en las manos.
El señor y la señora Bucket entraron en la habitación y se detuvieron a los pies de la cama, observando a
Charlie. La habitación se quedó en silencio. Todos esperaban ahora que Charlie abriese su regalo. Charlie
miró la chocolatina. Pasó lentamente las puntas de los dedos de uno a otro extremo de la golosina,
acariciándola amorosamente, y el envoltorio de papel brillante crujió suavemente en el silencio de la
habitación.
Entonces la señora Bucket dijo con suavidad: —No debes desilusionarte demasiado, querido, si no
encuentras lo que estás buscando debajo del envoltorio . No puedes esperar tener tanta suerte. —Tu madre
tiene razón —dijo el señor Bucket. Charlie no dijo nada.
—Después de todo dijo la abuela Josephine—, en el mundo entero sólo hay tres billetes que aún no se han
encontrado. —Lo que debes recordar—dijo la abuela Georgina— es que, pase lo que pase, siempre
tendrás la chocolatina.—¡Delicia de Chocolate y Caramelo Batido de Wonka! —exclamó el abuelo
George—. ¡Es el mejor de todas! ¡Te encantará!
—Sí —murmuró Charlie— Lo sé.
—Olvídate de esos Billetes Dorados y disfruta de la chocolatina —dijo el abuelo Joe—. ¿Por qué no
haces eso?
Todos sabían que era ridículo esperar que esta pobre y única chocolatina tuviese dentro el billete mágico,
e intentaban tan dulce y amablemente como podían preparar a Charlie para su desencanto, Pero había otra
cosa que los mayores también sabían, y era ésta: que por pequeña que fuese la posibilidad de tener suerte,
la posibilidad estaba allí.