Charles Dickens | Page 89

-Es una gatita -dijo míster Peggotty acariciándola con su manaza. -Eso es, eso es --exclamó Ham-. Sí, señorito Davy. Y se sentó mirándola y riéndose con una especie de admi ración y deleite que le hacía ponerse colorado. A Emily la miraban todos, y míster Peggotty más que nin guno. De él hacía la niña lo que quería solamente con acercar su carita a las fuertes patillas de su tío, al menos esta era mi opinión cuando la veía hacerlo, y me parecía que hacía muy bien míster Peggotty en ello. Era tan afectuosa y tan dulce, y tenía una manera de ser a la vez tímida y atrevida que me cautivó más que nunca. Además era muy compasiva, pues cuando estando sentados después del té mister Peggotty, mientras fumaba su pipa, aludió a la pérdida que yo había sufrido, asomaron lágrimas a sus ojos y me miró con tanto cariño, que se lo agradecí con toda el alma. -¡Ah! -dijo mister Peggotty cogiendo los bucles de la niña y dejándolos caer uno a uno-. También ella es huérfana, ¿ve usted, señorito?, y este también lo es, aunque no lo parece -dijo dando un puñetazo en el pecho de Ham. -Si yo tuviera de tutor a mister Peggotty -dije sacudiendo la cabeza-, creo que tampoco me sentiría muy huérfano. -Bien dicho, señorito Davy -grito Ham con entusiasmo-; bien dicho, ¡viva! Usted tampoco lo sentiría, bien dicho, ¡viva! ¡viva! ¡viva! Y devolvió el puñetazo a mister Peggotty. Emily se levantó y besó a su tío. -¿Y cómo está su amigo, señorito? - me preguntó mister Peggotty. -¿Steerforth? -pregunté. -Ese es el nombre -exclamó mister Peggotty volviéndose a Ham-. Ya sabía yo que era algo parecido. ¡ -Usted decía que era Roodderforth -observó Ham riendo. -Bien -replicó mister Peggotty-, pues no andaba muy lejos. ¿Y qué ha sido de él? -Cuando yo lo dejé estaba muy bien, mister Peggotty. -¡Eso es un amigo! -dijo mister Peggotty sacudiendo su pipa---. ¡Eso es un amigo del que se puede hablar! Porque, ¡Dios le bendiga!, el corazón se alegra al mirarle. -Es muy guapo, ¿verdad? Me entusiasmaba oyéndole cómo lo elogiaba. -¿Guapo? -exclamó mister Peggotty-. ¡Ya lo creo! Se para delante de uno como... como... yo no sé cómo; pero ¡es tan decidido! -Sí, ese es precisamente su carácter. Bravo como un león, y la franqueza misma, míster Peggotty. -Y también supongo --dijo míster Peggotty mirándome a través del humo de su pipaque en los estudios será el primero... -Sí -dije yo con delicia-, lo sabe todo; es extraordinariamente inteligente. -¡Eso es un amigo! - murmuró míster Peggotty sacudiendo gravemente la cabeza. -Nada parece costarle trabajo; se sabe las lecciones con mirarlas, y en el cricket es el mejor jugador que he visto. Le da a usted todos los peones que quiera en el juego de damas, y, sin embargo, le ganará siempre. Míster Peggotty sacudió de nuevo la cabeza como diciendo: «Ya lo creo que me ganaría». -¿Y su conversación? -proseguí-. En eso no tiene rival, y quisiera que le oyera usted cantar, míster Peggotty. Míster Peggotty movió de nuevo la cabeza, como si dijera: «No me cabe duda».