-Vamos -dijo aceptando la mano que le ofrecía para pasar por encima del guardafuegos
y mirándome suplicante-, sabe usted muy bien que si fuera una mujer de estatura
corriente no desconfiaría.
Comprendí que tenía mucha razón, y me avergonce un poco de mí mismo.
-Es usted muy joven - me dijo- Escuche usted un consejo, aunque sea de una criatura
como yo, que no levanta tres pies del suelo. Trate, amigo mío, de no confundir las deformidades físicas con las morales, a menos que tenga razo nes para ello.
Cuando se vio libre del guardafuegos y yo de mis sospechas, le dije que no dudaba de
que me había explicado fielmente sus sentimientos, y que los dos habíamos sido instrumentos ciegos en aquellas pérfidas manos. Miss Mowcher me dio las gracias, añadiendo
que era un buen muchacho.
-Ahora, fíjese -dijo en el momento de llegar a la puerta, volviéndose a mirarme con el
dedo levantado y expresión maliciosa- Tengo razones para suponer, por lo que he oído
decir (pues siempre tengo el oído pronto; debo utilizar las facultades que poseo), que han
partido para el extranjero. Pero si vuelven, o alguno de los dos vuelve estando yo viva,
tengo más facilidades que otro para saberlo, pues ando siempre de un lado para otro; todo
lo que yo sepa lo sabrá usted, y si puedo alguna vez ser útil de cualquier modo a esa
pobre niña, lo haré con toda mi alma, si Dios quiere. En cuanto a Littimer, más le valdría
tener un perro dogo tras de sus huellas que a la pequeña Mowcher.
No pude por menos de dar fe interiormente a aquella promesa cuando vi la expresión de
su mirada.
-Sólo le pido que tenga en mí la misma confianza que tendría en una mujer de estatura
corriente, ni más ni menos -dijo la criaturita cogiéndome, suplicante, la mano-. Si usted
vuelve a verme de un modo diferente a como me ve ahora; si me ve enloquecer, como me
ha visto la primera vez, fíjese en la gente que me rodea. Recuerde que soy una pobre
criatura sin socorro y sin defensa. Figúrese usted a miss Mowcher volviendo a su casa por
la noche, reuniéndose con su hermano, que es como ella, y con su hermana, que también
lo es, después de terminar su jornada de tra bajo, y quizá entonces sea usted más
indulgente conmigo y no se sorprenda de mi pena ni de mi gravedad. ¡Buenas noches!
Estreché la mano de miss Mowcher con una opinión muy diferente de la que me había
inspirado hasta entonces, y sostuve la puerta para que saliera. No era poco el abrir el
enorme paraguas y ponerlo en equilibrio en su mano; sin embargo lo conseguí, y la vi
bajar por la calle á través de la lluvia sin que nada indicase que había una persona debajo
del paraguas, excepto cuando el agua que rebosaba de algunos canalones descargaba
sobre él y le hacía inclinarse a un lado; entonces aparecía miss Mowcher en peligro,
haciendo violentos esfuerzos para enderezarle.
Después de salir una o dos veces para socorrerla, pero sin resultado, pues algunos pasos
más lejos el paraguas empezaba otra vez a saltar ante mí como un gran pájaro antes de
que le alcanzara, entré a acostarme y me dormí hasta la mañana.
Míster Peggotty y mi niñera vinieron a buscarme muy temprano, y nos dirigimos a las
oficinas de la diligencia, donde mistress Gudmige nos esperaba con Ham para decir nos
adiós.
-Señorito Davy -me dijo Ham en voz baja y aparte, mientras míster Peggotty ponía su
saco al lado del equipaje-; su vida está completamente destrozada; no sabe dónde va; no
sabe lo que le espera; empieza un viaje que le va a llevar de aquí para allá hasta el fin de
su vida (puede us ted contar con ello), si es que no encuentra lo que busca. ¡Sé que será
usted siempre un amigo para él, señorito Davy!
-Puedes estar seguro -le dije estrechando afectuosamente su mano.