asegurar que si tuviera dinero colocado en cualquier casa de banca, el aspecto de Micawber como representante de la casa me inspiraría absoluta confianza y, por lo tanto,
podría contribuir a extender las re laciones de la banca. Pero si todas las casas de banca se
niegan a abrir esa carrera al talento de Micawber y desechan con desprecio el
ofrecimiento de sus servicios, ¿para que in sistir sobre la idea? En cuanto a fundar una
casa de banca, puedo decir que hay miembros de mi familia que si quisie ran poner su
dinero entre las manos de Micawber habrían podido crearle un establecimiento de ese
género. Pero si no les da la gana poner ese dinero entre las manos de Micawber, ¿de qué
me sirve pensar en ello? Por lo tanto, no hemos adelantado nada.
Yo sacudí la cabeza y dije:
-Ni un ápice.
Traddles también la sacudió y repitió:
-Ni un ápice.
-¿Qué deduzco de todo esto? -continuó mistress Micawber con el mismo tono de estar
exponiendo un caso claramente-. ¿Cuál es la conclusión, mister Copperfield, a que he
llegado irremisiblemente? No sé si estaré equivocada; pero mi conclusión es que a pesar
de todo tenemos que vivir.
-De ninguna manera -respondí-. No está usted equivocada.
Y Traddles repitió:
-De ninguna manera.
Después añadí yo solo, gravemente:
-Hay que vivir o morir.
-Precisamente -contestó mistress Micawber-; eso es precisamente. Y en nuestro caso,
mi querido Copperfield, no podemos vivir, a no ser que las circunstancias actuales cambien por completo. Estoy convencida, y se lo he hecho observar muchas veces a
Micawber desde hace tiempo, que las cosas no surgen solas. Hasta cierto punto hay que
ayudarlas un poco a surgir. Puedo equivocarme, pero esa es mi opinión.
Traddles y yo aplaudimos.
-Muy bien -dijo mistress Micawber-. Ahora, ¿qué es lo que yo aconsejo? Tenemos a
Micawber con múltiples facultades y mucho talento...
-Realmente, amor mío -dijo míster Micawber.
-Te lo ruego, querido, déjame acabar. Aquí está Micawber con gran variedad de
facultades y mucho talento; hasta podría añadir que con genio, pero podría decirse que
soy parcial por ser su mujer..
Traddles y yo murmuramos:
-No.
-Y aquí está Micawber sin posición ni empleo. ¿De quién es la responsabilidad?
Evidentemente de la sociedad. Por eso yo querría divulgar un hecho tan vergonzoso, para
obligar a la sociedad a ser justa. Me parece, mi querido Copperfield --dijo mistress
Micawber con energía-, que lo mejor que puede hacer Micawber es lanzar su guante a la
sociedad y decir positivamente: «Veamos quién lo recoge. ¿Hay alguno que se
presente?».
Me aventuré a preguntar a mistress Micawber cómo po dría hacer eso.
-Poniendo un anuncio en todos los periódicos -dijo mistress Micawber-. Me parece que
Micawber se debe a sí mismo, a su familia y hasta a la sociedad, que le ha descuidado
durante tanto tiempo, el poner un anuncio en todos los periódicos y describir claramente
su persona y sus conocimientos diciendo: «Y ahora a ustedes toca el emplearme de una
manera lucrativa: dirigidse a W. M., lista de correos Camden Town».