Charles Dickens | Page 205

volvernos a ver, y me pidió que la ayudara a bajar de las alturas. Gracias a este socorro bajó rápidamente y empezó a doblar su papada por encima de los cordones del sombrero.- ¿ Le debo?...-dijo Steerforth.-Cinco chelines, y es de balde, muchacho. ¿ No es verdad que le parezco muy tribial, míster Copperfield? Respondí cortésmente: « Nada de eso »; pero pensaba que lo era bastante, cuando un momento después le vi lanzar al aire la moneda de cinco chelines, cogerla como un escamoteador y deslizarla en su bolsillo dando un golpecito encima.-Esta es la gaveta-dijo miss Mowcher; y acercándose a la silla volvió a meter en el bolso todas las menudencias que había sacado-. Veamos-dijo-, ¿ lo tengo ya todo? Me parece que sí. No sería agradable encontrarse en la situación de Ned Biadwood, cuando le llevaron a la iglesia para casarle y habían olvidado a la novia. ¡ Ja, ja, ja! Es francamente una mala persona el tal Ned; ¡ pero tan gracioso! Ahora ya sé que les voy a destrozar el corazón; pero no tengo más remedio que marcharme. Ya pueden hacer acopio de valor para soportarlo. Adiós, míster Copperfield; cuídese mucho, Jockey de Norfolk. ¡ Cuánto he charlado! ¡ Pero ustedes tienen la culpa, picaruelos! Bueno, les perdonaré. « Bob swore », como decía aquel inglés, por buenas noches, después de su primera lección de francés, « Bob swore », duques míos. Con su bolso colgando del brazo y sin dejar de charlar se adelantó, balanceándose, hacia la puerta y se detuvo de pronto para preguntarnos si no queríamos un mechón de sus cabellos. « Le debo parecer muy tribial, míster Copperfield », dijo como comentario a aquella proposición, y desapareció con el dedo apoyado en la nariz. Steerforth reía de tan buena gana que no pude por menos de hacer otro tanto; de no ser así, no sé si me habría reído. Después de aquella explosión de alegría, que duró un momento, me dijo que miss Mowcher tenía una clientela muy numerosa y que se hacía necesaria a muchísima gente de modos muy distintos. Había personas que la trataban con ligereza, considerándola únicamente como una muestra de las extravagancias de la naturaleza; pero tenía un espíritu tan fino y observador como el que más; y si tenía los brazos cortos, no tenía la inteligencia menos larga. Añadió que había dicho la verdad al vanagloriarse de estar a la vez en todas partes; pues de vez en cuando hacía excursiones por provincias, donde siempre encontraba clientes nuevos, y terminaba por conocer a todo el mundo. Le pregunté cuál era su carácter; si no eran todo equívocos en ella, y si su simpatía se inclinaba por lo general a lo bueno; pero viendo que mis preguntas no le interesaban, después de dos o tres tentativas renuncié a repetírselas. En cambio, me contó una multitud de detalles sobre su habilidad y sus ganancias; me dijo que era una especialista poniendo ventosas, y que me lo prevenía por si alguna vez necesitaba pedirle ese servicio. Miss Mowcher fue el principal tema de nuestra conversación durante la noche, y cuando nos separamos todavía Steerforth se inclinó por la barandilla de la escalera mientras yo bajaba para decirme: « Bob swore ». A1 llegar ante la casa de Barkis me sorprendió mucho el encontrar a Ham paseando de arriba abajo, y todavía me sorprendió más el saber que la pequeña Emily estaba en casa de su tía. Le pregunté, naturalmente, cómo no había entrado, en lugar de pasearse de arriba abajo por la calle.- ¿ Sabe usted, señorito Davy?-dijo titubeando-. Es porque Emily está hablando con una persona.-Mayor razón para que tú también estuvieras, Ham.