Nunca he reído y llorado en toda mi vida, puedo decirlo, ni aun con ella, más
francamente que aquella mañana.
-¡Barkis se va a poner más contento! -dijo Peggotty enjugándose los ojos con el
delantal; esto va a sentarle mejor que todas sus cataplasmas y sus fricciones. ¿Puedo ir a
decirle que estás aquí? Y subirás a verle, querido mío.
-Naturalmente.
Pero Peggotty no podía salir de la habitación, pues cada vez que se acercaba a la puerta
se volvía a mirarme y volvía