Charles Dickens | Page 172

-Ahora no, mamá--contestó ella en voz baja.-Hija mía, en algunas cosas eres verdaderamente ridícula-replicó su madre- y descastada con tu familia. Ni siquiera hubiéramos oído hablar de esa carta si yo no te la pido. ¿ Te parece eso tener confianza en el doctor, Annie? Me sorprendes; debías conocerle mejor. Mistress Strong sacó la carta de mala gana, y cuando la cogí para entregársela a su madre vi que la mano de Annie temblaba.-Ahora veamos--dijo mistress Mackleham poniéndose los lentes-. ¿ Dónde está el párrafo?... « El recuerdo de los tiempos pasados, mi muy querida Annie...», etc...; no es aquí. « El amable y viejo censor...» ¿ Quién será? Querida Annie, tu primo Maldon escribe de un modo ilegible; pero ¡ qué estúpida soy! es el doctor, ¡ naturalmente! ¡ Oh! ¡ Ya lo creo que es amable! Aquí se detuvo para besar el abanico y dar con él al doctor, quien nos miraba a todos con una sonrisa plácida y satisfecha.-Ahora lo he encontrado: « No te sorprenderá saber, Annie( claro que no, sabiendo que nunca ha sido realmente fuerte. ¿ Qué decía yo hace un momento?) que he sufrido tanto en este lugar lejano, que he decidido abandonarlo, suceda lo que suceda, con un permiso de enfermo, si puedo, o dimitiendo totalmente si no lo consigo. Todo lo que he sufrido y sufro aquí no es imaginable ». Y sin la prontitud para actuar de la mejor de las criaturas-dijo mistress Mackleham, repitiendo sus gestos telegráficos al doctor, y doblando la carta- me sería imposible pensar en su regreso. Míster Wickfield no dijo una palabra, aunque la anciana le miró esperando su comentario; permaneció sentado, severamente silencioso, con los ojos fijos en el suelo. Mucho después de abandonar aquel asunto para ocupamos de otros, todavía continuaba así; únicamente, levantado sus ojos de vez en cuando, clavaba su mirada pensativa en el doctor, en su mujer o en los dos. El doctor era muy aficionado a la música y Agnes cantaba con mucha dulzura y expresión. También Annie cantaba. Cantaron juntas, y después estuvieron tocando a cuatro manos; fue un pequeño concierto. Pero observé dos cosas: en primer lugar, que, aunque Annie se había repuesto por completo, era evidente que un abismo la separaba de míster Wickfield, y en segundo lugar, que la intimidad de mistress Strong con Agnes disgustaba a míster Wickfield, quien la vigilaba con inquietud. Debo confesar que el recuerdo de cómo la había visto el día de la partida de Jack Maldon me volvió a la imaginación con un significado que nunca le había atribuido y que me confundió. La inocente belleza de su rostro no me pareció ya tan pura como entonces, y desconfiaba de su gracia espontánea y del encanto de sus aptitudes. Y al contemplar a Agnes sentada a su lado y al pensar en su candor a inocencia, me decía que quizás era aquella una amistad muy desigual. Sin embargo ellas gozaban tan vivamente, que su alegría hizo pasar la velada en un instante. En el momento de la partida ocurrió un pequeño incidente, que recuerdo muy bien. Se despedían una de otra y Agnes iba a besar a Annie, cuando míster Wickfield pasó entre ellas como por casualidad y se llevó bruscamente a Agnes. Entonces volví a ver en el rostro de mistress Strong la expresión que había obser vado la noche de la partida de su primo, y me pareció estar todavía de pie ante la puerta del estudio del doctor. Sí, así era como le había mirado aquella noche. No puedo decir la impresión que aquella mirada me produjo ni por qué me resultó imposible olvidarla; pero no pude, y después, cuando pensaba en ella, hubiera preferido recordarla adornada, como antes, de inocente belleza. Su recuerdo me perseguía al volver a casa. Me parecía que dejaba una nube sombría suspendida sobre la casa del doctor, y al