-David Copperfield, ¿ es posible? ¡ Era míster Micawber! Míster Micawber, con sus lentes de adorno, su bastón, su imponente cuello blanco, su aire de elegancia y su tono de condescendencia: no le faltaba nada.-Mi querido Copperfield-dijo míster Micawber tendiéndome la mano-, he aquí un encuentro que podría servir de ejemplo para llenar el espíritu de un sentimiento profundo por la inestabilidad a incertidumbre de las cosas humanas...; en una palabra, es un encuentro extraordinario. Me paseaba por la calle, reflexionando en la posibilidad de que surgiera algo, pues es un punto sobre el que tengo algunas esperanzas por el momento, y he aquí que precisamente surge ante mí un amiguito que me es tan querido y cuyo recuerdo se une al de la época más importante de mi vida; a la época que ha decidido mi existencia, puedo decirlo. Copperfield, querido mío, ¿ cómo está usted? No sé, verdaderamente no lo sé, si estaba contento de haberme encontrado allí a míster Micawber; pero me alegraba verlo y le estreché la mano con fuerza, preguntándole cómo estaba su señora y los niños.-Muchas gracias-me contestó con su peculiar moviniento de mano y metiéndose la barbilla en el cuello de la camisa- Ella está ahora reponiéndose; los mellizos ya no se alimentan de las fuentes de la naturaleza; en resumen-dijo míster Micawber en uno de sus arranques de confianza-, los ha destetado, y ahora me acompaña en mis viajes. Estoy seguro, Copperfield, de que estará encantada de reanudar la amistad con un muchacho que ha sido en todos sentidos digno ministro del altar sagrado de la amistad. Yo también le dije que me gustaría mucho verla.-Es usted muy bueno-dijo míster Micawber. Sonrió de nuevo, volvió a meter la barbilla en la corbata y miró a su alrededor.-Puesto que no he encontrado a mi amigo Copperfield en la soledad-dijo sin dirigirse a nadie en particular-, sino ocupado en restaurar sus fuerzas en compañía de una señora viuda y de su joven vástago; en una palabra, de su hijo( esto fue dicho en un nuevo arranque de confianza), quisiera tener el honor de serles presentado. No podía evadirme de presentarle a Uriah Heep y a su madre, y cumplí aquel deber. A consecuencia de la humildad de mis amigos, míster Micawber se vio obligado a sentarse e hizo con la mano un movimiento de la mayor cortesía.-Todo amigo de mi amigo Copperfield-dijo- tiene derechos sobre mí.-No tenemos la audacia, caballero-dijo mistress Heep- de pretender tener la amistad de míster Copperfield. únicamente él ha tenido la bondad de venir a tomar el té con nosotros, y le estamos muy agradecidos del honor de su visita, como también a usted, caballero, por su amabilidad.-Es usted demasiado buena, señora-dijo míster Micawber saludándola- ¿ Y qué hace usted, Copperfield? ¿ Continúa en el almacén de vinos? Tenía muchas ganas de llevarme de allí a míster Micawber, y le respondí, cogiendo mi sombrero y enrojeciendo mucho( estoy seguro), que era discípulo del doctor Strong.- ¡ Discípulo!--dijo míster Micawber levantando las cejas-. Estoy encantado de lo que me dice. Aunque un espíritu como el de mi amigo Copperfield, con su conocimiento de los hombres y de las cosas, no necesita la instrucción que otro cualquiera necesitaría--continuó, dirigiéndose a Uriah y a su madre-, eso no quita que precisamente fuera imposible encontrar terreno más propicio y de una fertilidad oculta; en una palabra-añadió sonriendo en un nuevo acceso de confianza-, es una inteligencia capaz de adquirir una instrucción completa y clásica sin ninguna restricción. Uriah, frotándose lentamente sus largas manos, hizo un movimiento para expresar que compartía aquella opinión.