Charles Dickens | Page 142

Al mismo tiempo que tenía la puerta entreabierta, Uriah me había mirado y había mirado a Agnes, a los platos, a las fuentes y a todo lo que la habitación contenía, aunque no pareció mirar más que a su amo, sobre el cual se fijaban respetuosamente sus ojos rojos.-Dispénseme; es únicamente para decirle que reflexionando...-observó una voz detrás de Uriah, al mismo tiempo que su cabeza era empujada y sustituida por la del nuevo interlocutor-. Le ruego que me perdone la indiscreción; pero, puesto que no puedo elegir, cuanto antes me marche, mejor. Mi prima Annie me había dicho, cuando habíamos hablado de este asunto, que prefería tener a sus ami gos lo más cerca posible mejor que verlos desterrados; y el viejo doctor...- ¿ El doctor Strong, quiere usted decir?-interrumpió gravemente míster Wickfield.-El doctor Strong, naturalmente-repuso el otro-. Yo le llamo el viejo doctor; pero es lo mismo, ¿ sabe usted?-No lo sé--dijo míster Wickfield.-Pues bien; el doctor Strong-dijo el otro-, el doctor Strong parecía de la misma opinión, creo yo; ahora, según lo que usted me propone, parece ser que ha cambiado de idea. En ese caso, no tengo nada que decir, excepto que cuanto antes, mejor. De manera que, sólo he vuelto para decirle que cuanto antes, mejor. Cuando hay que tirarse al agua de cabeza, de nada sirve titubear.-Si lo quiere usted así, mister Maldon, puede usted contar con ello--dijo míster Wickfield.---Gracias-dijo el otro muy agradecido-; a caballo regalado no se le mira el diente. Si no fuera por eso me atrevería a decir que habría sido mejor que mi prima Annie hubiese arreglado las cosas a su modo; Annie no habría tenido más que decírselo al viejo doctor...- ¿ Se refiere usted a que mistress Strong no habría tenido más que decírselo a su marido, no es así?-dijo míster Wickfield.-Exactamente-replicó Maldon-. Con que ella le hubiera dicho que fueran las cosas de otra manera, lo habrían sido como la cosa más natural.- ¿ Y por qué como la cosa más natural, míster Maldon?-preguntó míster Wickfield, que seguía comiendo tranquilamente.- ¡ Ah! Porque Annie es una chiquilla encantadora, y el viejo doctor, el doctor Strong quiero decir, no es precisamente un muchacho-dijo Jack Maldon riéndose-. No quiero ofender a nadie, míster Wickfield; quiero únicamente decir que supongo que alguna compensación es necesaria y razonable en esa clase de matrimonios.- ¿ Compensaciones para la señora, caballero?-preguntó míster Wickfield con gravedad.-Sí; para la señora, caballero-contestó Jack Maldon riendo. Pero observando que mister Wickfield continuaba su comida con la misma tranquila impasibilidad y que no había esperanzas de que se ablandara un solo músculo de su rostro, añadió:-Sin embargo, ya he dicho todo lo que tenía que decir, y pidiéndole de nuevo perdón por ser inoportuno, me retiro. Naturalmente que seguiré sus consejos, considerando el asunto como cosa tratada entre usted y yo solamente, y no haré referencia a ello en casa del doctor.- ¿ Ha comido usted?-preguntó míster Wickfield señalándole la mesa.-Gracias; voy a comer con mi prima Annie--dijo Maldon-. Adiós. Míster Wickfield, sin levantarse, lo miró pensativo mientras se marchaba. Maldon era uno de esos muchachos superficiales, guapos, charlatanes y de aspecto confiado y atrevido. Esta fue la primera vez que vi a Jack Maldon, a quien no esperaba conocer tan pronto cuando oí al doctor hablar de él aquella mañana.