Y así empezó mi nueva vida, con nombre nuevo y todo nuevo. Ahora que mi
incertidumbre había pasado, me pareció durante varios días que vivía en un sueño. No se
me ocurrió pensar ni por un momento en la curiosa pareja de tutores que eran mi tía y
míster Dick. Nunca pensaba en mí de una manera clara. Las dos únicas cosas que veía
concisas en mi espíritu eran mi remota y antigua vida en Bloonderstone, que me parecía
que cada vez estaba más lejos , y la sensación de que una cortina había caído para siempre
sobre mi vida en la casa Murdstone y Grimby. Nadie ha levantado después esa cortina;
sólo yo ahora un momento y con mano tímida y temblorosa, para este relato, y la he
vuelto a dejar caer con alegría.
El recuerdo de aquella existencia está unido en mi espíritu a tal dolor, a tal sufrimiento
moral y a una desesperanza tan absoluta, que nunca he tenido valor de examinar cuánto
había durado mi suplicio. Si fue un año o más o menos, no lo sé. únicamente sé que fue y
dejó de ser, y que ahora lo he escrito para no volver nunca a recordarlo.
CAPÍTULO XV
VUELVO A EMPEZAR
Míster Dick y yo fuimos pronto los mejores amigos del mundo, y muy a menudo,
cuando había terminado su trabajo, salíamos juntos a soltar la cometa. Todos los días trabajaba largo rato en la Memoria, que no progresaba lo más mínimo a pesar de aquel
trabajo constante, pues el rey Car los I siempre aparecía en ella tarde o temprano y había
que volver a empezar. La paciencia y el valor con que soportaba aquellos desengaños
continuos; la idea vaga que tenía de que el rey Carlos I no tenía nada que ver en aquello;
los débiles esfuerzos con que intentaba arrojarle, y la tenacidad con que el monarca venía
a condenar su memoria al olvido, todo aquello me dejó una impresión profunda. No sé lo
que míster Dick pensaría hacer con la memoria en el caso de terminarla (creo que él no lo
sabía mejor que yo), ni dónde pensaba enviarla, ni cuáles serían los efectos del envío.
Pero, en realidad, no es necesario que se preocupase demasiado, pues si había algo cierto
bajo el Sol, era que aquella memoria no se terminaría nunca.
Era conmovedor verle con su cometa cuando había subido a mucha altura. Lo que me
había dicho en su habitación de las esperanzas que tenía sobre aquella manera de diseminar los hechos expuestos en los papeles que la cubrían, y que no eran otros que las hojas
sacrificadas de alguna memoria fracasada, le preocupaba alguna vez dentro de casa; pero
una vez fuera ya no pensaba en ello. Sólo pensaba en ver volar a la cometa y en ir
soltando el bramante del ovillo que tenía en la mano. Nunca tenía el aspecto más sereno.
Yo a veces me decía, cuando estaba sentado a su lado por las tardes, sobre el musgo y
viéndole seguir con los ojos los movimientos de la cometa, que su espíritu salía entonces
de su confusión para elevarse con su juguete al cielo. Los progre sos que hacía en la
amistad a intimidad de míster Dick no perjudicaban en nada a los que hacía con su amiga
miss Bet sey, que se encariñó tanto conmigo, que en el transcurso de unas semanas acortó
mi nombre de adopción, transformándolo de Trotwood en Trot; y aún animó mis
esperanzas de que si seguía como había empezado podría igualarme en el rango de sus
afectos con mi hermana Betsey Trotwood.
-Trot -dijo mi tía una noche, cuando el juego de damas estuvo colocado, como siempre,
para ella y míster Dick-, no debemos olvidar tu educación.
Este era mi único motivo de ansiedad, y me sentí completamente dichoso al oírle hablar
de ello.
-¿Te gustaría ir a la escuela en Canterbury? -,dijo mi tía.
Le respondí que muchísimo, tanto más porque estaba cerca de ella.
-Bueno --dijo mi tía-; ¿te gustaría ir mañana?