Charles Dickens | Page 129

-Usted me dispensará si le digo, caballero -repuso mi tía-, que pienso que habría sido mucho mejor y más oportuno que no se hubiera usted ocupado para nada de aquella pobre niña. -Soy de la opinión de miss Trotwood, -dijo miss Murdstone irguiéndose- ya que considero, en efecto, a nuestra pobre Clara como una niña en todos los sentidos más esenciales. -Es una felicidad para usted y para mí, señora -dijo mi tía-, el que avanzamos por la vida sin peligro de que nos hagan desgraciadas por nuestros atractivos personales y el que nadie pueda decir de nosotras otro tanto. -Sin duda -dijo miss Murdstone, aunque pienso que no muy dispuesta a convenir en ello de buena gana-. Y ciertamente habría sido, como usted dice, mucho mejor para mi hermano si nunca se hubiera metido en semejante matrimo nio. Yo siempre he sido de esa opinión. -No cabe duda -dijo mi tía- Janet (llamó a la campanilla): mis saludos a míster Dick, y que le ruego que baje. Hasta que llegó, mi tía, más derecha que nunca, guardó silencio, mirando a la pared, con el ceño fruncido. Cuando llegó, procedió a la ceremonia de la presentación: -Míster Dick, un antiguo a íntimo amigo, con cuyo juicio cuento -dijo mi tía con énfasis, y como avisando a mister Dick, que se mordía las uñas con aire atontado. Míster Dick se sacó los dedos de la boca y permaneció de pie en medio del grupo con mucha gravedad, dispuesto a demostrar la más profunda atención. Mi tía hizo un signo de cabeza a míster Murdstone, que continuó: -Miss Trotwood: al recibir su carta, consideré como un deber para mí y una demostración de respeto hacia usted... -Gracias --dijo mi tía, mirándole a la cara-; pero no se preocupe por mí. -El venir a contestarle en persona, por mucha molestia que el viaje pudiera ocasionarme, mejor que escribiendo. El desgraciado niño que ha huido lejos de sus amigos y de sus ocupaciones... -Y cuyo aspecto -dijo su hermana, llamando la atención general sobre mi vestimenta-, es tan chocante y tan escandaloso... -Jane -dijo su hermano-, ten la bondad de no interrumpirme. Este desgraciado niño, miss Trotwood, ha sido en nuestra casa la causa de muchas contrariedades y disturbios domésticos durante la vida de mi querida mujer, y también después. Tiene un carácter sombrío y se rebela contra toda autoridad. En una palabra, es intratable. Mi hermana y yo hemos tratado de corregirle sus vicios, pero sin resultado, y los dos hemos sentido, pues tengo plena confianza en mi hermana, que era justo que recibiera usted de nuestros labios esta declaración sincera, hecha sin rabia y sin cólera. -Mi hermano no necesita mi testimonio para confirmar el suyo, y sólo pido permiso para añadir que entre todos los niños del mundo no creo que haya otro peor. -Es fuerte -dijo mi tía secamente. -No es demasiado fuerte si se tienen en cuenta los hechos - insistió miss Murdstone. -¡Ah! -dijo mi tía- ¿Y bien, caballero? -Yo tengo mi opinión particular sobre la manera de educarle -repuso míster Murdstone, cuya frente se oscurecía cada vez más a medida que mi tía le miraba con mayor fijeza-. Y mis ideas están formadas en parte por lo que sé de su carácter y en parte por el conocimiento de mis recursos. No tengo que responder a nadie más que a mí mismo; he obrado, por lo t anto, de acuerdo con mis ideas, y no tengo nada que añadir. Me bastará decir que había colocado al niño, bajo la vigilancia de uno de mis amigos, en un comercio honroso. ¿Que esa situación no le conviene? ¿Que huye? ¿Que va como un vagabundo