- ¿ Han muerto?-pregunté después de brindar.-Mamá abandonó la tierra-dijo mistress Micawberantes de que empezaran las dificultades de mi esposo, o al menos antes de que la cosa se pusiera seria. Mi papá ha vivido lo bastante para rescatar muchas veces a míster Micawber, después de lo cual ha muerto, siendo muy llorado por todos sus amigos. Mistress Micawber sacudió la cabeza y vertió una lágrima de piedad filial sobre el mellizo que estaba de turno. Me pareció que no podría encontrar ocasión más favorable para preguntarle una cosa del mayor interés para mí; por lo tanto le dije:-Puedo preguntarle, señora, lo que piensan ustedes hacer ahora que míster Micawber ha salido de sus dificultades y está en libertad. ¿ Ha decidido usted algo?-Mi familia---dijo mistress Micawber, que pronunciaba siempre estas dos palabras con aire majestuoso, sin que yo haya podido descubrir jamás a quién se las aplicaba-, mi familia piensa que míster Micawber debía salir de Londres y ejercer su talento en el campo. Míster Micawber es un hombre de mucho talento, Copperfield. Dije que estaba seguro de ello.-De mucho talento-repitió mistress Micawber-; y mi familia mantiene que, con algo de interés, a un hombre de su inteligencia se le podría dar cualquier cargo en la Administración de Aduanas. Y como la influencia de mi familia es local, su deseo es que míster Micawber se vaya a Plimouth. Creen indispensable que esté sobre el terreno.- ¿ Para estar preparado?-pregunté.-Precisamente-contestó ella-, para que esté preparado en el caso de que surgiera algo.- ¿ Y usted también se irá? Los sucesos del día, combinados con los mellizos o con el ponche, tenían a mistress Micawber muy nerviosa, y me contestó con lágrimas en los ojos:-Yo nunca abandonaré a mi esposo. Míster Micawber ha hecho mal ocultándome al principio sus apuros; pero hay que reconocer que su carácter optimista le hacía creer siempre que saldría de ellos sin que yo me enterase. El collar de perlas y las pulseras que había heredado de mamá los hemos vendido en la mitad de su valor; los corales que papá me dio al casarme también los hemos dado por nada. Pero nunca abandonaré a Micawber. ¡ No-gritó cada vez más conmovida-, no lo consentiré jamás! ¡ Es inútil que me lo propongan! Yo estaba muy confuso, pues parecía que mistress Micawber imaginaba que yo le proponía semejante cosa, y la miré alarmado.-Micawber tiene sus defectos. No niego que es muy poco precavido; no niego que me ha engañado respecto a sus recursos y sus deudas-continuó, mirando fijamente a la pared-; pero yo no le abandonaré nunca. Mistress Micawber había levantado la voz poco a poco, y gritó de tal modo al decir estas últimas palabras, que me asustó mucho y corrí a la habitación en que estaba el club para llamar a su marido, que lo presidía sentado al final de una mesa muy larga, cantando a voz en grito con todos los demás:
Gee up, Dobbin Gee ho, Dobbin Gee up, Dobbin Gee up, and gee ho-o-o!