CAVA Ed. 4 | Page 37

Mezcalería
EL TLACUACHE Y EL MEZCAL Otra leyenda dice que los dioses, aburridos, estaban deseosos de fiesta pero no tenían qué tomar ni qué fumar, ni fuego para calentarse y alumbrarse; en cambio, sus vecinos, los demonios a los cuales espiaban, tenían ruido, baile, fiesta, gritos y alegría. Los dioses anhelaron poder pasarla bien como ellos, por lo que decidieron enviar al tlacuache Corelyaa, para que robara los divertimentos a sus vecinos.
Corelyaa obediente partió, llegado con los demonios Cui ´ iXña ´ a. Éstos le ofrecieron mexcalli, tabaco, comida, compañía y alegría. El tlacuache convivió con ellos, pero en lugar de beber, fumar o comer, todo lo guardaba en su talega, y cuando la sintió llena, dijo:“ me voy, ya estoy borracho”.
El tlacuache Corelyaa se levantó dando tumbos y tropezones, llegando a donde estaba el fuego en el cual cayó intencionalmente. De inmediato su cola y cabeza prendieron con el fuego, y sintiéndose quemar salió corriendo llevándose el fuego, la comida, el tabaco y el mexcalli. Así pasaron las cosas y es sabido por generaciones este suceso. Como constancia de los hechos, el tlacuache quedo sin pelo en la cabeza y la cola, que quemó cuando traía el encargo encomendado; pero fue así como los dioses obtuvieron, fiesta, luz, fuego, tabaco y mexcalli. En agradecimiento a Corelyaa, obsequiaron el mexcalli a los pueblos originarios de dónde provenía el tlacuache.
EL NÉCTAR DE LOS DIOSES Otra historia de las más conocidas y populares cuenta que, en una tarde nublada y lluviosa, por el lado de lo que hoy se conoce como el poblado de Tequila, Jalisco; en uno de tantos campos con abundancia de agave, mientras un grupo de labriegos trabajaba en la labor, cayeron centellas y rayos con grandes estruendos del dios del trueno.
Este hecho creó confusión, ya que ardieron algunos magueyes provocando incendios. Los labriegos que ahí andaban corrieron despavoridos a refugiarse por temor a la ira del dios del rayo y del trueno, quienes los podría alcanzar y fulminar con su ira.
A los pocos días, venciendo el temor, uno de ellos pasó por el lugar del incidente percibiendo un agradable aroma proveniente de los agaves tatemados. Al inspeccionar más de cerca vio el líquido proveniente de uno de los agaves tatemados por el rayo y, con grandes precauciones, temor y reverencia, probo el líquido, quedando gratamente complacido con su consistencia, olor y sabor.
Corrió después a revelar tal prodigio a su comunidad, convencido de que eso no podía ser otra cosa que“ el néctar de los dioses”, que les era enviado desde los cielos para los pobladores de esa sagrada tierra. t
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