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\ sus posibilidades de mejorar, se incentiva ei interés. De este modo, la evaluación no es algo que le interese al otro, sino a él mismo.
La autoevaluacíón del proceso de aprendizaje debería ocurrir con frecuencia, involucrando al alumno en el seguimiento de los propios progresos y dificultades. Ello contribuye a comprometerlo, a la revisión de sus metas y necesidades, y a fortalecer su aprendizaje permanente.
Mantener la coherencia y nunca proponer algo que luego resulte contrarío o contradictorio con lo que efectivamente se hace
Lo que desmotiva fuertemente a los estudiantes( y a cualquier persona) es la contradicción entre lo que se dice y lo que luego se hace realmente. Existen profesores que enuncian propósitos de participación y de valoración de la reflexión de los alumnos, y luego sólo evalúan la memorización de informaciones. Otros declaran la importancia y la necesidad de compromiso con las tareas y responsabilidades, y luego desarrollan la enseñanza con bajo interés y de manera rutinaria o burocrática. Otros señalan la importancia de la actualización permanente y la búsqueda del conocimiento, y enseñan siempre lo mismo y de la misma manera año tras año.
Las contradicciones son rápidamente percibidas por los estudiantes y ello lleva a disminuir notablemente la responsabilidad, el interés y el compromiso con las tareas, generándose un sistema de complicidades para beneficiarse con ello y superar las evaluaciones con el mínimo esfuerzo personal.
Hay que recordar que la enseñanza tiene efectos sustantivos, no sólo por los contenidos que se enseñan sino fundamentalmente por lo que se hace y la forma en que se lo realiza. Forma y contenido, discursos y prácticas forman parte de un sistema explícito e implícito determinando toda una gama de comportamientos( Jackson, 1975).
Mantener la coherencia en las palabras y decisiones didácticas es una pre-condición para sostener la confianza en las interacciones y generar el interés por participar en el aprendizaje.
Los diez criterios enunciados revelan que la motivación no se reduce a una primera actividad de una clase para convocar la atención o la escucha de los estudiantes. Por el contrario, su análisis muestra que la motivación es un proceso continuo, sostenido y transversal a lo largo de todas las fases y las actividades de la enseñanza. También evidencia que el interés por aprender es posible si se generan las condiciones y los intercambios propicios.
En la medida en la que se plantee el problema de la falta de interés como resultado de las distancias generacionales, de la falta de compromiso de la juventud o de crisis de la cultura contemporánea, poco podremos hacer por mejorar la motivación por ía enseñanza. Tampoco es un buen camino responsabilizar a los estudiantes por la falta de interés, sin enmarcarlos en los problemas de la sociedad y la cultura actual.
También, en la medida en que las escuelas se comporten como una " institución cascarón " atendiendo a una " clientela cautiva ", o que los profesores sólo cumplan las prescripciones curriculares, haciendojde la enseñanza una acción rutinaria, podremos mejorar poco.
Mejor sería preguntarse: ¿ por qué las escuelas y la enseñanza acaban con la curiosidad? Estas cuestiones requieren una profunda reflexión, para comprenderlas e integrarlas en las decisiones docentes. La motivación no es un momento puntual sino el clima de intercambio, compromiso y tarea convocada a lo largo de todas las acciones.
Si la enseñanza se convierte en un objetivo humano, creativo y comprometido, en la que todos los actores tienen un lugar y un esfuezo a aportar, podremos mejorar la motivación. No será algo impuesto desde el lugar de la autoridad, sino parte del desarrollo de la tarea misma.