pliegues, podría ser la clave del enfoque. Pero esto entrañaría otro examen: el tema. ¿ En qué medida pudieran el dominio de la sensibilidad-aparentemente movilizado por el arte-, y el dominio de la verdad-supuestamente el feudo en que señorea la ciencia- hallar un topos de convergencia? Asumir los postulados de la epistemología compleja solventa la contradicción: desde ellos no hablaríamos de territorios disjuntos como el pensamiento simplificante, en la antípoda del pensamiento complejo, nos quisiera hacer ver. Solo desde su punto de mira el arte, por asumirlo como ejemplo y punto de partida, es ficción inocente y sin laberintos, escape ante la crudeza de la vida o mero entretenimiento: en fin, falacia enajenante o ideología.
Y es que la experiencia del arte no es la del espacio de dispersión del receptor ante el arrebato sentimental promovido por el drama, o la vivencia de lo sublime ante armónicas formas, colores, movimientos o sonidos; sino que en virtud de su cualidad sígnica-de donde se siguen sus potencias comunicativas-, la obra de arte es capaz de activar conocimientos y saberes acerca de la realidad que la ideología de la belleza ha hecho lo posible por ocultar. Cada obra impulsa múltiples relaciones referenciales vinculadas, por contigüidad u oposición, con los valores del individuo particular que hace las veces de sujeto de la recepción: no se trata de una totalidad escindida del mundo, más bien de un contenedor de valores extraestéticos que sitúa al receptor
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de cara a sí mismo, a su existencia. Los componentes materiales del artefacto artístico son conductores de esa energía que circula entre este y el universo de la vida. Con lo cual no solo se subraya la necesaria derogación de la dicotomía forma-contenido, sino también se socava el papel de la ciencia como espacio por excelencia del discurso sobre la verdad; porque la verdad no tiene carácter ontológico, sino que se halla, en cambio, atravesada por relaciones de poder. Al enfocarla como aquello que es de facto considerado verdadero, concluiríamos que el arte produce tanta verdad como la ciencia, cuya dominancia ha sido aupada por la ideología implícita en el pensamiento simplificante, a la postre regente en la época moderna y también en la nuestra, por muy posmoderna que se asuma a sí misma.
Tal razonamiento, el cual aborda desde la“ recursión organizacional” la trama de relaciones socioculturales en que se inserta la obra de arte, no solo revela un filón pocas veces atendido por sabios y epistemólogos, sino también permite avizorar una relación entre los recursos operacionales del arte, en tanto signo y funcionamiento de la epistemología compleja- amparada precisamente en el postulado de retroacción pero también en el de incertidumbre-; pues como totalidad, la obra de arte también es susceptible de convertirse en un sistema cerrado de ideas acerca del mundo( por ejemplo, las obras canonizadas por la Historia del Arte). Mas, si algo define a la obra artística es su capacidad de entregarse
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a la re-interpretación y así llevar implícito el germen del aniquilamiento de su identidad, en la medida que un signo no tiene estatus fijo. La obra es entonces una totalidad donde se anudan los procesos del tetragrama del saber de la complejidad, diríamos: construcción- deconstrucción-reconstrucción-organización. Esta es, al mismo tiempo, imagen de totalidad, caos y equívoco. La obra de arte es entonces, como el libro, una máquina.
" Estamos en presencia de un texto donde arte y teoría se anudan en una totalidad reflexiva cuyo escenario lo constituye la sociedad..."
El nombre de Michelangelo Pistoletto- autor del texto que se intenta presentar- emergerá así en una plataforma que lo coloca casi automáticamente en el espacio de lo complejo. No obstante, fieles a dicha epistemología, diríamos que esto ha sido necesario y favorecedor, mas no es suficiente. Hablamos de un artista italiano, de gran reconocimiento en Europa e internacionalmente, Doctor Honoris Causa por la Universidad de las Artes de La Habana y participante en la última Bienal de Artes Visuales de la capital cubana. Adscrito en principio al arte povera, ha desarrollado una amplia obra que incursiona en varias tendencias y modalidades del arte contemporáneo
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como performances e instalaciones. Su quehacer ha estado siempre traspasado por una tendencia a quebrar los límites del arte, en tanto campo autónomo, y poner, en servicio de la transformación social, las fuerzas del arte mismo. Es así que, de conjunto con su producción artístico-visual, ha desarrollado una amplia labor como teórico y crítico cultural, haciendo extensivas las inquietudes de su producción maquínica en el campo de la estética, al campo de la producción maquínica literaria. Omniteísmo y democracia- texto que en su versión revisada y traducida al español y en formato digital ponemos hoy a vuestra disposición- es, como reconoce su autor, la obra – manifiesto de un ser humano en un punto del espacio y del tiempo, en la cual se piensan los fundamentos de la construcción sociocultural, la religión y la política. Estamos en presencia de un texto donde arte y teoría se anudan en una totalidad reflexiva cuyo escenario lo constituye la sociedad; en el cual metáforas, imágenes, conceptos son empleados para identificar realidades manifiestas y ocultas; donde figuras como el orden y el desorden, la casualidad y el caos, lo posible e imposible, así como la arquitectura del paraíso terrenal como condición de posibilidad, permiten formular interrogantes acerca de nuestro presente y aventurar marcos posibles para nuestro futuro como especie.
Pistoletto es un aficionado de la complejidad, por ello la heterotopía del espejo es el recurso en base al cual ha desarrollado su amplia
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