Canfield Jack - Chocolate Caliente Para El Alma Jun. 2016 | Page 17

tratando de controlar los mensajes del otro lado; dejaré de hacerlo ya mismo”. De repente, apareció la cara de mi madre, como había sido antes de que la enfermedad de Alzheimer la privara de su juicio, de su humanidad y de veinticinco kilos. Su magnífico pelo plateado coronaba su rostro dulce. Era tan real y estaba tan cerca que me daba la impresión de que podía tocarla si quería. Se la veía como era unos doce años atrás, cuando el deterioro no había empezado. Hasta olía la fragancia de Joy, su perfume favorito. Me pregunté cómo era posible que estuviera pensando en mi padre y apareciera mi madre, y me sentí un poco culpable por no haber pedido una señal de ella también. Dije: “Oh, madre, lamento tanto que hayas tenido que sufrir con esa horrible enfermedad”. Inclinó le vemente la cabeza hacia un lado, como para confirmar lo que había dicho de su sufrimiento. Luego sonrió –una sonrisa bellísima- y dijo de una manera muy clara: “Pero lo único que recuerdo es el amor”. Y desapareció. Empecé a temblar en un cuarto que de pronto se había vuelto frío. Supe en lo más profundo que el amor que damos y recibimos es lo único que cuenta y lo único que se recuerda. El sufrimiento se olvida; el amor permanece.